espetando los derechos ajenos 2 S 7 . Ahora bien,blicanismo kantiano <strong>del</strong> que debe hacer galacrata de turno tiene una indudable ascendennica, la cual es reconocida expresamente porKant: «<strong>La</strong> idea de una constitución en consonael derecho natural de los hombres, a saber, quobedecen la ley deben ser simultáneamentedores, se halla a la base de todas las formas polcomunidad conforme a ella por medio de cpuros de la razón, que se denomina ideal platpublica noumenon), no es una vana <strong>quimera</strong>, sima eterna para cualquier constitución civilral,,2sB.El ideal platónico <strong>del</strong> republicanismo no es<strong>quimera</strong>, según afirma Kant literalmente aquí.esto que Kant suscribe todos los principios poPlatón, incluida su panacea <strong>del</strong> filósofo rey?¿acaso Federico el Grande habría encarnado elósofo ajuicio de Kant, a la vista de los encomprodiga? <strong>La</strong> pregunta no es en absoluto baladícomo se habrán dado cuenta, una contestaciótiva impondría proceder a cambiar el título <strong>del</strong>'" Cfr. ¡bid. Ak. vrn. 302; p. 44. Cfr. igualmente Roberto R. Atica de la ratón uCTÓnica, ed. cit., pp. 172 Yss.". Cfr. DerStreil...• Ak.• VII. 9()'91; ed. casI cit.. p. 95.123
esa idea <strong>del</strong> pacto social que ya conocemos.podrá equivocarse al adoptar unas medidasdas, pero siempre le cabrá preguntarse si supadece con aquel principio, ya que «tieneción, incluso a priari, aquella idea <strong>del</strong> contracomo criterio infalible (sin tener que agucon el principio de la felicidad, a experiencitruyan previamente sobre la convenienciadas). Pues basta con que no sea contradictoun pueblo esté de acuerdo con semejantedura que le resulte, para que esa ley sea legítiembargo~ al tocarles administrar a sus hijos, que no conocíala fortuna ni podían sentirse satisfechos con esa igualdad áambiciosos y se hicieron tan odiosos como el tirano, por loharta de su gobierno, se convirtió en dócil instrumento dquisiera derrocar a esos oligarcas. Una vez expulsados, el ppor la democracia, ordenándola de manera que ni los poderope pudieran acaparar autoridad alguna Con todo, al extinción que había organizado ese gobierno popular, cundiófreno y, viviendo cada uno a su aire, se haáan cada día mque, para huir de tal desorden, se volvió de nuevo al princírculo en que giran todas las repúblicas» (cfr. Nicolás MAQsos, Libro 1, cap. 2; ed. cast. cit., pp. 3~35). Teniendo en ccircular, poco importa cuándo escribiera Maquiavelo El prisos, pese a lo sostenido por Hans BARON en su excelente tralo, el ciudadano republicano y autor de El príncifM't (dr. Enismo ávicoflorentino, Fondo de Cultura Económica, MéxicYss.), ya que se trataria de dos momentos <strong>del</strong> mismo proces,,. Cfr. iJb.r den Gem
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nos nueve tiranos entre los que fue
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