imagen - Ayuntamiento de Alba de Tormes

Alba de Tormes octubre 2012Por PETRI PATROCINIORECUERDOS DE MI NIÑEZAl igual que muchos rincones deAlba, la Plaza del Grano no es ni lasombra de lo que fue. Con esta expresiónno quiero decir que esté encontra del progreso y de la renovación de nuestratambiénjabóncasero conel que lasmujeres ibana lavar alrío, pasandocalores yfríos,teniendoque rompera veces elhielo...página 191villa, lo que lamento muy de veras esque no se hayan sabido conservar rinconestípicos cargados de recuerdos yde historia no muy lejana.Ahora quiero referirme a esa plazaque hasta la primera mitad del pasadosiglo cumplía una función tanpopular como la de mercado.Junto a la antigua oficina de correosexistían unos soportales altoscon techumbre de madera y fuertescolumnas de granito donde unas sencillastiendas de madera que denominaban“cajones” hacían las veces depuestos de mercado, allí se vendía tocino,morcillas y toda clase de casquería,también jabón casero con elque las mujeres iban a lavar al río,pasando calores y fríos, teniendo queromper a veces el hielo, yo he conocidoa algunas de esas mujeres quehabían perdido las uñas por ello y nodigamos del suplicio de los sabañones.Fuera de los soportales estaban los puestos dela verdura, allí estaban las familias de los Iglesias,todos ellos hortelanos, ofreciendo las masricas verduras de la ribera del Tormes, también veníanlos de la Fontanilla con frutas de temporaday deliciosas bayas silvestres como moras y grosellas.También estaban las sandieras como Andrea“la saluda” y “las albarderas” y ya en el centro dela plaza, en unos improvisados corralitos, exponíana la venta ovejas, cerdos y burros, así comolos correspondientes sacos de cereal destinadosal alimento de los animales.Donde hasta hace poco estaba la oficina deCorreos, estaba la taberna del señor Aquilino, amplia,con suelo de madera y puertas a lacalle del Espolón, tenía mostrador demármol con grifo y mesas rectangularestambién de mármol y soporte de hierro.Allí los hombres se reunían al caer latarde para comer algo que llevaban desu casa o simplemente a tomar unascharras de vino con un puñado de cacahuetes.Cuando el vino y las viandas, aveces picantes, hacían su efecto, comenzabana cantar, unos porque estabanalegres y otros para espantar laspenas, que de todo había, quizás más delo último que de lo primero.Donde ahora hay una casa que pone“del pueblo”, pero que no dice de quepueblo es, había una tienda “Casa Carrero”,una especie de mercería-juguetería,sobre la que se situaba en primeraplanta una academia de corte y confección,regentada por la Señora Emiliana,que era la modista de la villa.Abajo, en el rincón de la plaza, vivía el juez Goenaga,su esposa Carmen se distinguía por su eleganciaen el vestir.En la parte mas alta de dicha plaza estaba latienda de Facundo, que hacía y arreglaba cosasde madera, que vendía junto a productos de hierroy latón, farolas, candiles y cosas afines. Tambiénestaba “El Castillo” donde se vendía de todo y quequedó reflejado en una película que rodó Pedro Lazagaallá por los años 60, “El Fotogénico”, donde