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temporáneo adorador de imágenes virtuales llenas de sensaciones
inaprensibles.
La luna es sentimiento y representa con su andar, con ese
ir y venir, la metáfora de la inmortalidad (Eliade, 1974). Nos hace
pensar en lo mudable. Es su poder, su misterio eterno que, siempre
andante, desaparece, aparece, crece, decrece y no se agota pero
nosotros, seres mortales, sí nos extinguimos, observando su incesante
andar. En sí misma quizá no diga nada, pero de ella dicen las
leyendas que es misterio, mito, magia y aquelarre.
Es una gema, un brote del universo, que con sus irradiaciones
marca el ritmo de los seres y la naturaleza toda. Astro que se
ha convertido en satélite de la Tierra y, para que todo lo sublunar
se nutra y se recree, danza amorosamente veintiocho días alrededor
del planeta para luego juntarse con el sol.
Antes, esa larga espera generaba caos a la luna; pero ella
aprendió a hacer tiempo para su novilunio, cuando otra vez se entibia
con el sol, y la pasión es tal en el encuentro que la naturaleza
teme se queden en una cópula eterna y no se muevan nunca más.
No hay nada más sobrecogedor que un eclipse de sol.
Un juglar cuenta que la luna, también enamorada de la
tierra, fue a darle una mirada. Se sintió atraída, atrapada por ella, y
desde entonces se miran con encanto. Pero cuando la tierra sufre
los celos por el amor que se profesan ambas luminarias, se les interpone
para eclipsarla. Pero la luna, juguetona, compensa la ausencia
del sol y la suya propia, envolviendo a su amado en un negro manto
para gozar la intimidad y así, oscurece el día y lo convierte en
noche, y la tierra entonces, no verá la cópula que por un instante
se sucede.
Todas las presencias astrales existen por amor de su Creador,
amor que brindan a los seres y esa es la energía superior del
cosmos. La magia de la luna es ante todo amorosa: el espacio romántico
no está completo si se ausenta, los enamorados no le temen, la
ansían, anhelan que complete el triángulo amoroso, mujer-hombreluna.
Misteriosamente despierta en el varón el lado femenino que
posee, y en la hembra potencia ese otro sentido tan particular que
se conecta con el resplandor... Es la conjunción de lo femenino y lo
masculino; como la luz, sol y luna... Uno y lo mismo. La mujer es
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