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Tocados por la luna

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i. armando reverón

(1889 - 1954)

Ser de luz

La luz que plasmaba en sus lienzos era la que vivía en su

interior y como sabía que el arte refleja nuestras vidas lo amaba

intensamente, aunque lo llamaran loco. Ese claror que lo hacía

feliz aun en la adversidad, provenía de sus meditaciones nunca

dichas, jamás manifestadas. Él guardaba esas riquezas íntimas

con mucho celo, por eso se ocultaba en sus máscaras ya conocidas.

Buscando la transparencia de su ser la logró también en su

obra; en esas pinturas que nos ciegan cuando vemos cómo trozos

de sol alientan palmeras, uveros, malecones, muñecas... Estamos

frente al arte de la luminosidad.

¿Qué obsesiona a Reverón?... La luz, que lo buscó y

lo halló, como en su momento esa misma luz halló a Manet, a

Monet y a otros artistas. Siempre consideró que bajo el sol se

podría observar mejor su obra, porque era el elemento del cual

provenía.

Reverón era un Quijote de la pintura que paseaba su

desaliñada humanidad por las playas de Macuto, o por las calles

de Caracas. Días en los que intentaba vender algún cuadro soportando

la burla de los “entendidos”. Juanita, su esposa, era su escudera

infatigable. Conocedor del cataclismo que llevaba dentro

apostaba a la serenidad y prefirió desbordarse en sus pinturas.

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