You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Dalí será eterno por ese deseo de querer fracturar el racionalismo
que yugula la imaginación. Él consideraba que un artista
auténtico no debe inventar máquinas para asesinar, ni sofisticados
aparatos para la destrucción planificada. No. El artista existe para
recrear lo que la naturaleza sugiere. Eso es el arte, un esfuerzo del
espíritu humano... Un poeta no puede lastimar a un niño... No se
debe vender la razón como método, como norma de vida, como la
certitud, sólo con el fin de eliminar la sensibilidad creativa que es la
naturaleza de la libertad. Nadie puede dudar ahora que la razón es
sinónimo de caos, verdad de este siglo y hasta bien entrado el próximo
milenio... Sobran las explicaciones porque los resultados afectan
a la vista y a los sentimientos: hambrunas, guerras sofisticadas, daños
ecológicos irreversibles hechos con aparatos y productos científicos,
segregación racial, genocidio...
Dalí pensaba el mundo en que vivía y luego pintaba, pues
quería plasmar en sus obras las ideologías, formas de la ciencia y
caos que en su momento sepultaban a los hombres. De esto nos
hablan sus obras: El rostro de la guerra (1940); Idilio Atómico (1945);
Leda Atómica (1949); San Jorge y la doncella (1970), en donde el
santo, más que con una lanza, ataca al dragón con una especie de
rayo láser.
Al igual que su amado García Lorca, cuando visitó Nueva
York, supo ver el rostro inhumano que se perfila en las colosales
sombras de los buildings, de esos inmensos rascacielos que proyectan
una inmensa soledad. Modelos de las urbes consumistas. Dalí
parece decirnos que cuando del mundo natural no quede nada, ni
siquiera el humano que todo lo destruye, entonces sólo quedarán
esas delirantes alucinaciones que pueblan sus lienzos: osamentas,
excrementos, vehículos enmohecidos, yermos espacios, insectos voraces,
rostros desfigurados, zapatos femeninos, pianos desinflados,
macrocefalia, panes, panes, panes, vestidos, pechos, peces en descomposición,
torres fálicas, nalgas...
El día que Gala lo visitó por primera vez en 1929, la ausencia
del amor terminó, y con presentimiento cantó jubiloso al estilo
Dalí: “Sin saber que existías te deseaba, y antes de conocerte te
adiviné, llegaste en el momento que te esperaba, no hubo sorpresa
alguna cuando te hallé...”
65