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Tocados por la luna

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que se conmueven y cambian el curso del combate. Porque los

dioses a ratos no soportan tanto dolor humano, y por eso nos

ayudan a cambiar y nos permiten llegar a comprendernos. Con

Homero aprendemos que somos dioses y hombres, mortales o

inmortales si así lo queremos; somos igualmente seres divinos y

profanos... Sólo una férrea disciplina individual nos hará dioses o,

al menos, una parte de la divinidad.

Los humanos desean tener las facultades que muestran

los dioses homéricos: su único alimento es la ambrosía, alimento

divino, una especie de néctar que los mantiene eternamente jóvenes

y sanos, y que sustituye todos los alimentos habidos y por

haber, por eso no se preocupan como los mortales por comer.

Luego son inmortales, lo que les permite tener acceso a los lugares

y espacios que les provoque sin el temor a perecer; todo lo que

desean lo pueden lograr y se las ingenian para superar las dificultades

y superar las pruebas, y salir vencedores; y, además, poseen

la facultad de metamorfosearse y mentir con perfección (Thielen:

1969). Por eso el poder terrenal es una de las vías para parecerse a

ellos; los políticos y los poderosos, como los dioses, tienen doble

cara, naturaleza doble, son amorales... ese es uno de los castigos

del poder y el que lo posee “teje intrigas”, se torna inaccesible,

todo dignidad y majestad tan pronto como enfrenta al “súbdito”.

¿Por eso la Política se ha convertido en la ciencia del castigo?

Ni con la matanza, ni con la crueldad, ni con las mutilaciones,

ni con la tortura del propio yo, se logra el retorno al orden

individual y cósmico, eso nos dicen los héroes homéricos en sus

acciones y contradicciones; se debe ser comprensivo y tolerante si

queremos seguir viviendo en este mundo... El ser que vive en armonía

con lo que lo rodea ha logrado algo supremo, así comienza

la perfección. Los dioses dan a quien sabe pedir. Debemos saber

administrar lo solicitado y jamás lamentarnos por lo recibido.

Homero también enseña que los dioses se manifiestan

en los sueños, pues ese es el espacio, el lugar neutro donde todo

lo soportamos: allí somos héroes y esclavos, sagrados y profanos,

divinos y humanos, valientes y cobardes, o sabedores de nuestro

futuro. Soñando asistimos a nuestra derrota o a nuestro triunfo.

Los dioses jamás se nos van a manifestar en la vigilia porque no

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