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Tocados por la luna

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a conocer las obras: Jardín del Hospital de Saint-Paul, Árboles en el

jardín del Hospital de Saint-Paul, pintadas por Vincent van Gogh, en

1899, cuando éste se internó voluntariamente en ese “sanatorio psiquiátrico,

monasterio y estudio de pintura” en Saint-Rémy. Árboles

despavoridos expresados con pinceladas tortuosas, serpenteantes,

que reflejan la angustia de estar allí y que se agitan nerviosamente.

Lector de Tomás de Aquino, aprendió que procedemos de

Dios. En los momentos más difíciles, más críticos de su salud mental,

Reverón supo que la Divinidad premia a aquellos que asumen la

aventura del vivir y se mantuvo íntegro hasta lo último, sin pensar

en quitarse la vida. Cuando emergía de la cueva de sus alucinaciones

buscaba llevar a la tela las ideas que tenía del color; seguro de que

la Divinidad era la luz que bañaba sus lienzos. Luz, metáfora de la

plenitud de lo Supremo.

En Mujer sentada en la playa (s/f.), capta de manera sin

igual la turbación femenina cuando ellas se sienten miradas; y en

Mujer con mantilla (s/f.), y La enfermera (1954), logra expresar en

el cuello y en la línea de los pechos insinuantes, toda la erótica y

sensualidad posibles. Reverón amaba las texturas de las telas, los rizos

del cabello y los pechos descubiertos; eso hace que lo femenino

lo logre con toda la perfección como si al pintar acariciara un cuerpo

de mujer. Se sabía conocedor de la nostalgia, pudor, tristeza y

timidez que habita en las damas. El pintor logra ver en esos cuerpos

femeninos asombro, candor, acaso la niña pudorosa que siempre

está en toda mujer; y cuando devela sus formas a cada pincelada

nota esas sonrisas tan particularmente únicas. Reverón captó como

Ingres, el pintor de El baño turco (1863), el expresivo movimiento

femenino, la gestualidad, la coquetería y la sensualidad de la piel

sugerida por un pincel que las deseaba. Piel que está ahí plasmada

con pasión masculina y que amó la mayoría de las veces con mirada

de acuarela; pieles insinuantes como las pintadas también por Amadeo

Modigliani. Reverón nos muestra esto en todos sus desnudos y

particularmente en Cinco figuras (1939); Desnudo acostado (1947);

Tres mujeres (1947) y en Figura con abanico (1947).

Cuando observamos Paisaje del playón (s/f.), y fijamos la

mirada en el tejido agujereado del coleto que Reverón no cubrió con

óleo y temple, las múltiples porosidades nos sugieren las ventanitas

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