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Tocados por la luna

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X. baudelaire

(1821 - 1867)

Ser siempre poeta, aun en prosa

Ch. B.

Después de disfrutar sus sueños de opio, salía a pasear por

los bulevares tomado de la mano de Jeanne Duval, su amante mulata.

Ella le acariciaba la nuca y complacía sus caprichos, dejándolo

que él le oliera las axilas, el cabello, la entrepierna, las manos, el

lóbulo de las orejas, y en especial, dejarlo dar saltos entre la acera

y la calzada, intentando un juego infantil reprimido por una madre

castradora.

Un flaneur, un caminante, que coincidía con la pareja en

los acostumbrados paseos del atardecer, cuenta que Baudelaire y su

mujer se quedaban mirando extasiados los vitrales de las antiguas

iglesias, como imaginando la primera luz que los hizo brillar en un

estallido de color. Otros dicen que, después de la caminata, la pareja

acostumbraba charlar en un café escogido al azar, y embriagados

jugaban al amor, y él escribía en papel encerado breves poemas al

estilo del haiku japonés, que luego enrollaban en forma de alfiler.

Alguien los vio buscando los huecos dejados por las polillas,

y los vio introduciendo los minúsculos escritos, y así iban rellenando

las carcomidas escaleras, los pasamanos grasientos, los escaparates

antiguos; las jambas de las puertas instaladas en mansiones

aristócratas, retadas por las nuevas avenidas nacidas para la modernidad

en un París eterno. Baudelaire y Jeanne actuaban este ritual a

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