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Estudios y Debates ____________________________ _
de este Jugar "y que sus relaciones con los
mitos del Titicaca serían todavía más tenues".
En un estudio reciente (Bouysse
Cassagne. Lluvias y cenizas. Hisbol, 1 988),
hemos podido comprobar que los mitos lacustres
tienen, ellos también, fundamentos
históricos. La doble creación del Titicaca
está vinculada con un diluvio que tuvo Jugar
efectivamente a orillas del lago ( 5000
a. de C. - 250 a. de C.) después de un periodo
de aridez. Este se inscribió en la memoria
mítica como un Pachacuti y como
un mito cósmico de creación de las humanidades.
Al igual que el mito de Pacariqtam
bo, éste se refiere a lugares precisos: la
isla del sol, "donde el primer sol fue perdido
por el agua y a Tiwanaku-Taypicala".
Podemos preguntarnos si este mito cosmogónico
y centrado en un lugar sagrado
no fue apropiado por los incas en un momento
de su historia como una necesidad
de sustentar su propia "mitohistoria" con
un mito de origen cosmogónico basado en
un centro religioso de suma importancia.
Queda planteado, sin embargo, el momento
de esta incorporación. Antes de la anexión
del Collao por los Incas, sabemos que Colla
Capac "mandó sacrificar al sol en el Cusco"
(b¡yo Pachacutec), es decir que probablemente
los intercambios religiosos precedieron
a la conquista militar propiamente dicha
y que sólo Tupac Yupanqui fue quien
se declaró "devotísimo al sol de la isla Titicaca".
La derrota de los Collas, sus rebeliones
contra el poder cusqueño, el cautiverio
de sus dioses en la capital del imperio
son concomitantes con la apropiación incaica
de sus lugares sagrados del Titicaca.
¿Hasta qué punto esta conquista no significó
también desde el punto de vista mítico,
al mismo tiempo que una apropia~ión,
"una manera de establecer una especie de
distancia entre lo que es primero desde el
punto de vista temporal (la isla Titicaca, el
lago, los Collas) y lo que es primero desd~
el punto de vista del poder, entre el pnnc1-
pio que está cronológicamente en el origen
del mundo y Jo que preside su ordenamiento
actual"?
Volviendo a Pacariqtambo, la puesta en
evidencia por el autor de esta manipulación
de un mito de origen dinástico por un linaje
local nos parece muy convincente. Sería
útil también plantear una posible interven-
ción del encomendero de Pacariqtambo, el
poderoso . Pedro Alonso Carrasco, quien
jugó un papel de primer rango en la reorganización
política del sur andino ( de paso,
no se deben confundir repartimiento, unidad
fiscal, y encomienda, beneficio personal;
un mismo encomendero puede recibir
los ingresos de varios repartimientos).
Lo más extraño del caso es que esta solicitud
interviene cuando el nuevo virrey Toledo
se empeña en demostrar la ilegitimidad
por "tiranía" no solamente de los Incas,
sino de los "señores naturales de la tierra"
y pretende arruinar las bases políticas y
económicas del poderío cacica! (como lo
evidencia bien Assadourián en un artículo
de Hisla, 1983). El éxito de un Callapiña en
ocupar el cargo de "cacique-gobernador"
más tarde probaría el logro de estas "probanzas"
que el mismo Toledo intentó prohibir.
Confirmamos que en muchas partes
del sur andino, a fines del s. XVI y a Jo largo
del XVII, dinastías étnicas multiplicaron
este recurso jurídico para asentar nuevas
formas de legitimación: escudos, títulos . . .
Los mallku Charcas son los más famosos
(una encuesta franco-británica en curso de
elaboración mostrará la variedad de formas
antagónicas que cobraron estas "informaciones
de servicios y méritos").
No menos relevante parece la inscripción
territorial del mito en relación con la operación
de reducción. Dos hechos revelan la
profunda continuidad de la organización,
concreta (por una y otra parte del "camino
real") y simbólica, del espacio: los once
"pueblos" pre-toledanos se encuentran formando
once "ayllus" en la reducción (aunque
el onceno queda poco claro: la lista de
Ulloa deja pensar en una repetición con
error de transcripción/lectura); y los seis
"anejos" remiten a estos antiguos (y sagrados)
asentamientos. Ahora convendría saber
cuál fue el grado de ocupación real de
la reducción: si las unidades domésticas
volvieron a poblar de nuevo sus anejos ( o si
ellos fueron "invadidos" por forasteros) y
si el "pueblo" oficial se limitó a una función
de centro administrativo y simbólico.
SegÚn la respuesta, habrá que matizar el
impacto "traumatizante" o etnocidiario del
reagrupamiento poblacional operado por
los jueces-revisitadores toledanos.
En resumidas cuentas, este sugestivo tra-
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Revista Andina, Año 7