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___________________________ Urton: Historia de un mito
go, trataré de abordar varios de esos puntos,
al menos en forma provisional, en esta
respuesta. Con una cantidad considerable
de coincidencias, los varios puntos resaltados
en los comentarios parecen incidir en
tres amplias categorías: a) cuestiones concernientes
a la naturaleza y tipos de evidencia
usadas en mi artículo; b) cuestiones relacionadas
a las implicancias y relaciones de
mi argumento acerca de la historización de
la mitohistoria incaica para otros ejemplos
de procesos similares en otra parte de los
Andes; y c) cuestiones de una naturaleza
más general, teórica. Trataré cada uno de
estos tres grupos de asuntos en el orden
aquí mencionado.
a) EVIDENCIA
En su comentario, Sullivan sugiere que
la interpretación presentada en el documento
es más arriesgada con respecto a: l) los
vínculos establecidos acerca de la figura y
nombre de Qori Kuka, y 2) la identificación
de los Domingos Pascac que atestiguaron
en dos de los procesos discutidos aquí.
Sullivan declara que lo plausible de mi argumento
prospera o decae en función a estos
dos poco convincentes, pero cruciales
vínculos. Yo estaría básicamente de acuerdo
con la evaluación de Sullivan, pero enfatizaría
la importancia de la identificación
de los Domingos Pascac en este aspecto sobre
los argumentos construidos en base al
matrilinaje hipotético de las Qori Kukas. El
punto central planteado en mi argumento
respecto a Domingo Pascac va a lo medular
del problema teórico más grande al cual me
estoy refiriendo en el documento; esto es,
se da el caso que la historia de los Inkas
-como ha sido registrada en los documentos
coloniales- tomó forma en base a líneas
paralelas, si no convergentes, con la
mitología incaica. Como Domingo Pascac
reclamó ser miembro de la panaqa de el
"rey historiador" Pachacu ti Inka, Domingo
Pascac (y los otros miembros de su panaqa)
tuvo un rol predominante -aunque no exclusivo
-,--- en la formación de la historia incaica
para los españoles.
Por lo tanto, si mi argumento aquí está
bien fundado, el término que yo uso en el
artículo para referirme al conjunto de las
narraciones históricas construidas por los
descendientes de los inkas -esto es, "mitohistoria"-
es doblemente apropiado pues
describe el contenido ambiguo (por ejemplo,
simultáneamente mítico e histórico)
de estas narraciones, así como también expresa
la actual fusión de estas dos categorías
en los procesos y políticas de la producción
de estas narraciones. La historia
incaica, tal como fue contada desde el punto
de vista nativo, tomó como base el esbozo
del plano arquitectónico con el cual fue
estructurado el " edificio" de la mitología
incaica. Por supuesto, surgen más complicaciones
cuando nosotros reconocemos (para
ampliar esta metáfora arquitectural) que los
descendientes de los Inkas no fueron los
únicos ingenieros que trabajaron en esta tarea
particular, pues los españoles, quienes
registraron e interpretaron estas narraciones,
tuvieron su propia serie de planos como
fuente (cf. el comentario de Berezkin).
El resultado final de esta mal construida
historia fue algo parecido a lo que uno ve
hoy en toda la arquitectura de la ciudad del
Cusco: los macizos muros de piedra de las
construcciones incaicas son los cimientos
sobre los cuales se levantan las edificaciones
coloniales españolas. Lamentablemente, en
el espacio narrativo -en oposición al arquitectónico-
no hay una clara separación entre
el primer y segundo pisos de una cons
. trucción.
Como se señala en el .comentario de
Bouysse-Cassagne y Saignes, nosotros estamos,
en verdad, preocupados por el problema
de génesis ( de origen). Es solamente después
de que se produjo un conjunto de comentarios
basados en y reinterpretando estos
"tex tos-Ur", que la distinción entre textos
anteriores y posteriores -por ejemplo,
la historia como fue constituida- se hace
identificable. El encubrimiento de lo esencial
e inherente a las ambigüedades míticas/
históricas en los textos más tempranos por
la clara producción lineal de los comentarios
posteriores sobre estos textos es, pienso,
la esencia de lo que Poole refiere como
"las agudas ironías de la etnohistoria".
Para volver al asunto de Domingo Pascac,
trato en el artículo de dos hombres llamados
Domingo Pascac, uno que tenía 98
años de edad en 156 9 y otro que tenía 90
años en 1 S 72. Desde que completé el artículo,
he encontrado una referencia a lo
No. 1, Julio 1989
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