You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
CARMILLA
»Ella se rió y, sin lugar a dudas, me habría respondido con
una nueva evasiva. Es decir, si algún aspecto de aquella entrevista
podría haberse modificado por algo incidental. Cosa que
es imposible, porque, como veo ahora, fue preparada anticipadamente,
y con la más profunda astucia.
»“En cuanto a eso...”, empezó, pero fue interrumpida, casi
en el momento de abrir la boca, por un caballero, vestido de
negro, que lucía particularmente elegante y distinguido, salvo
por un detalle: su rostro era como el de un cadáver, de una
palidez que no había visto sino en los muertos. Como es evidente,
no llevaba máscara. Vestía el consabido traje negro de
todo caballero en esas circunstancias. Hizo una venia ceremoniosa
e inusualmente profunda, y sin sonreír, dijo lo siguiente:
“¿Me permite Madame la Condesa que tenga unas palabras
con ella?”
»La señora levantó la vista para mirarlo y se tocó los labios
en señal de guardar silencio. Luego se dirigió a mí, y dijo:
“Guarde este asiento para mí, mi general. Yo vuelvo en un
momento”.
»Y con esta petición, hecha de manera simpática, se alejó
con el caballero de negro. La miré conversando con él por
unos minutos con mucha seriedad. Acto seguido, se fueron y
desaparecieron entre la multitud.
»Durante los minutos que siguieron, me dediqué a forzar el
cerebro en un intento por imaginar la identidad de esa señora
que tantos recuerdos guardaba de mí. Incluso se me ocurrió
unirme a la conversación de mi niña con la hija de la tal condesa
y tratar de averiguar algo. Pensé que, con suerte, podría preparar
una sorpresa para ella cuando regresara. Tal vez podría
enterarme, a través de su hija, de cuál era su título de nobleza,
el nombre y localización de su chateau, y cosas por el estilo.
108