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CAPÍTULO 3
Comparamos
notas
Nuestras miradas siguieron la comitiva hasta que se
perdió abruptamente entre la neblina del bosque y el
ruido de cascos y ruedas murió en el aire silencioso
de la noche.
Lo único que quedó para asegurarnos de que la aventura
no había sido simplemente la ilusión de un instante fue
la joven, quien, justo en ese momento, abrió los ojos. Yo
no los podía ver, porque ella se había volteado hacia el otro
lado, pero levantó la cabeza, evidentemente mirando a su
alrededor, y oí una voz muy dulce que preguntaba en tono
quejumbroso:
—¿Dónde está mamá?
Nuestra querida madame Perrodon le contestó tiernamente,
agregando algunas palabras de consuelo.
Luego le oí preguntar:
—¿Dónde estoy? ¿Qué lugar es este?
Y después dijo:
—No veo el coche. ¿Y Matska? ¿Dónde está Matska?
Madame respondió todas sus preguntas hasta donde
pudo entenderlas, y gradualmente la muchacha recordaba
cómo había sucedido la desventura, y se puso feliz cuando