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CAPÍTULO 3
Y como quieres enterarte de todo lo que sucedió, que no
era mucho en realidad, pues te lo cuento. A continuación
ella me dijo: «Voy a emprender un largo viaje de vital importancia»,
ella subrayó la palabra «vital». «Un viaje rápido
y secreto», dijo: «Regresaré por mi niña en tres meses.
Mientras tanto ella mantendrá silencio sobre quiénes somos,
de dónde venimos y a dónde vamos». Eso fue todo
lo que me dijo. Habla un francés excelente. Al pronunciar
la palabra «secreto», hizo una pausa de varios segundos,
mirándome severa y fijamente a los ojos. Me pareció que
era muy importante para ella. Tú viste cómo se fue de
rápido. Espero no haber cometido un error estúpido al
encargarme de esta jovencita.
Por mi parte, estaba feliz. Ansiaba verla y hablar con
ella. Solo esperaba a que el médico me diera el permiso.
Las personas que viven en las ciudades no tienen idea de lo
enorme que es el hecho de encontrar a una nueva amiga en
medio de la soledad que nos rodea.
Daba casi la una de la mañana cuando llegó el médico.
Pero para mí era tan imposible acostarme a dormir como
habría sido alcanzar a pie la carroza en la que había partido
la princesa de terciopelo negro.
Cuando el médico, habiendo examinado a la paciente, entró
al salón de estar, nos dio un informe muy favorable. La
niña estaba despierta, sentada en la cama. Su pulso era regular
y se veía perfectamente bien. No había sufrido ningún
golpe y el pequeño sobresalto nervioso ya se le había quitado
sin dejar huella. Una visita mía no suponía ningún inconveniente,
si las dos estábamos de acuerdo. De modo que, con
el beneplácito del médico, fui a preguntar si ella me permitía
visitarla por unos minutos en su habitación.
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