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CAPÍTULO 14
»“¿De cuál asalto habla?”, le pregunté. “¿De qué naturaleza
es?”.
»“He dicho todo en esta nota, que le entrego a usted con
la condición de que llame sin demora a un sacerdote y que
abra esta carta en su presencia. Por nada del mundo debe
leerla antes de que el cura esté presente. Porque de otra manera
podría menospreciar lo que he escrito, y el asunto es
de vida o muerte. Solo en el caso de que un sacerdote no se
consiga, puede usted leerla”.
»Finalmente, antes de partir, me preguntó si quisiera ver
a un hombre muy conocedor del tema que, una vez leída la
carta, seguramente me iba a interesar mucho. En tal caso, dijo,
debería llamarlo para que el personaje me hiciera una visita.
»En el evento, resultó imposible encontrar al sacerdote;
estaba ausente. Así que leí la carta solo.
En otro momento, o frente a otro caso, lo escrito ahí
podría haberme parecido ridículo. Pero uno está dispuesto
a escuchar incluso a un charlatán si éste parece ofrecer una
tabla de salvación cuando la vida de un ser querido está en
juego y todos los demás remedios han fracasado.
»Ustedes dirán que nada podría ser más absurdo de lo que
había escrito este viejo médico. Era lo suficientemente fantasioso
como para haberlo certificado como demente. Dijo que la
paciente sufría de visitas de un vampiro. La penetración de las
agujas que ella sentía cerca de la garganta fue causada por los
dos largos y afilados colmillos que, como es bien sabido, son la
particularidad de los vampiros. Y no podría haber duda acerca
de las pequeñas y bien definidas huellas lívidas que todos describen
como típico sello producido por los labios de ese demonio.
Todos los síntomas que la víctima describe, dijo, coincidían con
los registrados en cada caso de un ataque similar.
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