Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
CAPÍTULO 13
Se abrió un claro en el bosque, y nos encontramos de
sopetón frente a las chimeneas y las desvencijadas paredes
del pueblo en ruinas. Encima de nosotros se erguían las derruidas
torres y almenas del viejo castillo, rodeado de gigantescos
árboles.
Todos bajamos del coche, yo con sentimientos de temor,
y todos en silencio, pues en ese momento cada cual tenía
mucho en qué pensar. Caminamos en dirección del castillo
por una empinada colina, y dentro de pocos minutos nos
hallábamos en el castillo de corredores oscuros, escaleras en
espiral y vastos salones en un lamentable estado de deterioro.
Luego de un largo silencio, el general habló.
—De modo que esto fue alguna vez la residencia palaciega
de la familia Karnstein –dijo, mientras que, a través de
un alto ventanal, contemplaba el panorama que abarcaba el
pueblo desierto y una ancha franja de árboles que cubrían las
montañas a nuestro alrededor.
—Fue una familia mala, y en este lugar escribió su ensangrentada
historia. Es duro de aceptar que, después de muertos,
los Karnstein puedan seguir plagando la humanidad con
su lascivia atroz. Miren donde está su capilla, allá abajo.
Señaló los muros grises de una construcción gótica escasamente
visible entre el follaje.
—Siento golpes del hacha de un leñador –agregó–, trabajando
entre los árboles circundantes. Puede que él nos
informe acerca de la cosa que yo busco. Quiero que me
diga dónde está la tumba de Mircalla, condesa de Karnstein.
Esta gente rústica conserva las tradiciones locales
acerca de las grandes familias, mientras que los ricos y los
aristócratas olvidan todo una vez que sus ancestros han
dejado de existir.
121