Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
CAPÍTULO 3
—¡Qué maravilla! –exclamó–. Hace doce años vi
tu cara en un sueño y me ha perseguido desde entonces.
—De verdad, maravilloso –repetí yo, superando con un esfuerzo
el horror que, por unos momentos, me había impedido
hablar–. Hace doce años, en una visión o en realidad, a ti ciertamente
te vi. No pude olvidar tu rostro. Ha permanecido ante mis
ojos desde entonces.
Su sonrisa se volvió más tierna. Lo que en un primer momento
había visto como extraño en ella se había desvanecido. Ahora
su sonrisa, con los hoyuelos de sus mejillas, prestaba a su cara
tan deleitable, tan bonita, un toque de inteligencia. Me sentí más
segura, y continué en la tónica indicada por las reglas de la hospitalidad,
dándole la bienvenida y diciéndole cómo su accidental
llegada había sido placentera para todos nosotros, y le conté especialmente
cuánta felicidad me había traído a mí.
La tomé de la mano. Yo era un poco tímida, como es normal
en las personas solitarias, pero en esta situación me volví elocuente,
y hasta audaz. Ella me apretó la mano, poniendo la suya encima
de la mía. Sus ojos brillaban, y al mirarme a los ojos, sonrió de
nuevo, y se ruborizó.
Había respondido a mi bienvenida de una manera muy bella.
Yo me senté a su lado. Estaba todavía llena de dudas y preguntas.
Y ella me dijo lo siguiente:
—Tengo que contarte cómo fue la visión que tuve de ti. Es
tan extraño que hayamos tenido las dos, tú y yo, un sueño tan vívido,
una de la otra. Y que ambas nos hayamos visto con las mismas
caras que tenemos ahora, dado que, en aquel entonces, éramos
apenas niñas. Yo tenía unos seis años, y cuando me desperté de
un sueño confuso y perturbado, me encontré en una habitación
muy distinta de la mía, con paredes forradas en paneles de madera
oscura. Había armarios, y alrededor de la cama, asientos y bancas.
45