Espaces imaginaires - Adehl
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“Conversaciones con Bloomsbury”; de una compañía de bienes raíces<br />
(definida por el protagonista como ilegal pero muy católica), en<br />
“Manos muertas”; de un ambiente de miserables competiciones<br />
entre los jefes de los boy scouts en “Falta de espíritu scout”; de la<br />
intelectualidad universitaria estadounidense en “La vela perpetua”.<br />
Para el pícaro Jorge queda claro en dónde está “lo bueno” de su<br />
sociedad: en equilibrio entre los dos mundos, entre el intento<br />
del protagonista de tener una mujer decente y al mismo tiempo<br />
cachonda 17 , o en un trabajador que le roba unas pinzas a unos<br />
albañiles descuidados para regalárselas a su patrón, no como un<br />
gesto amable sino para que éste le preste más dinero. Un mundo<br />
donde Jorge se mueve entre ladrones tiernos y mendigos que hacen<br />
el amor entre los matorrales.<br />
El dinero: la verdadera sangre<br />
La sociedad barroca, de acuerdo con Maravall, vive abrumada por<br />
el peso del dinero, a veces considerado la verdadera sangre y capaz<br />
de hacer crecer la autoridad de quien lo posee 18 ; Quevedo emplea la<br />
expresión “muy a lo dineroso” precisamente para indicar a alguien<br />
con aspecto acaudalado 19 . El dinero se vuelve el puente a través<br />
del cual se establecen las relaciones del pícaro: le aceptan por su<br />
dinero; con las mujeres gasta cualquier dinero; la herencia de su<br />
padre la cobra en dinero. Por su indudable papel social protagonista,<br />
el dinero se vuelve una obsesión para el pícaro, quien no puede<br />
ganarlo sino sólo conseguirlo con engaños y robos 20 .<br />
La miseria, eje central de la picaresca, es también una constante<br />
en los cuentos de Jorge Ibargüengoitia, cuyo protagonista siempre<br />
busca luchar contra la carencia de dinero. La precaria situación<br />
económica obliga a Jorge a cometer robos: al final de “El episodio<br />
cinematográfico”, el protagonista decide huir con los quinientos<br />
81<br />
17 “Después de este episodio, me entró el fervor religioso. Iba a misa todos los días y<br />
comulgaba y le pedía a Dios Nuestro Señor y a la Santísima Virgen que me dieran una<br />
compañera que fuera al mismo tiempo decente y cachonda. Fue mi mojigatería lo<br />
que precipitó el telón del primer acto de este drama de costumbres literarias”. “La<br />
vela perpetua”, LLH, pp. 88-89.<br />
18 Véase maravall, op. cit., p. 110.<br />
19<br />
molho, op. cit., p. 110.<br />
20 Ibíd., p. 91.