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LA FUERgA DE LA SANGRE 131
cido y tan principal el cauallero que le auia
llenado, muchos de los que encontraron les
dixeron su casa, a la qual llegaron, a tiempo
que ya estaua el niño en poder del cirujano. El
cauallero y su muger, dueños de la casa, pidie- 5
ron a los que pensaron ser sus padres que no
llorassen, ni algassen la voz a quexarse, porque
no le seria al niño de ningún prouecho.
El cirujano, que era famoso, auiendole curado
con grandissimo tiento y maestría, dixo que 10
no era tan mortal la herida como el al principio
auia temido.
En la mitad de la cura, boluio Luys en su
acuerdo, que hasta alli auia estado sin el, y alegróse
en ver a sus tios, los quales le pregun- 15
taron llorando que como se sentia.
Respondió que bueno, sino que le dolia mucho
el cuerpo y la cabega. Mandó el medico que
no hablassen con el, sino que le dexassen repo-
sar. Hizose ansi (1), y su abuelo comenijo a 20
agradecer al señor de la casa la gran caridad
que con su sobrino auia vsado.
A lo qual respondió el cauallero que no tenia
que agradecelle (2), porque le hazia saber que,
quando vio al niño caydo y atropellado, le pa- 25
recio que auia visto el rostro de vn hijo suyo a
quien el queria tiernamente, y que esto le mouio
a tomarle en sus bragos y traerle a su casa, donde
estarla todo el tiempo que la cura durasse,
con el regalo que fuesse possible y necessario. 30
(1) M.: cassl».
(2) M.: «agradecerle».