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EL ZELOSO ESTREMEÑO 247<br />

en brazos de Loaisa, durmiendo entrambos tan a sueño<br />

suelto, como si a ellos se hubiera pegado la virtud del<br />

ungílento con que él habia dormido.<br />

Sin pulsos quedó el viejo de la amarga vista de lo<br />

que miraba; la voz se le pegó a la garganta; secósele 5<br />

la lengua; los brazos se le cayeron de desmayado, y<br />

quedó como una estatua de mármol frío. Aunque la<br />

cólera hizo su natural oficio, avivándole los espíritus,<br />

pudo tanto el dolor, que no le dexaba tomar aliento; y,<br />

aunque tan turbado y tan sin sentido estaba, todavía 10<br />

tomara la justa venganza que tanta maldad merecía, si<br />

se hallara con armas para poder tomarla, y así determinó<br />

de volverse a su aposento a tomar una daga y<br />

hacer con sangre de sus enemigos limpia su honra, y<br />

aun con quantos en la casa había satisfacer su agravio;<br />

y con el mismo silencio y pasos volvió las espaldas y<br />

liego a su lecho, donde le apretó tanto el dolor y la<br />

angustia, que, sin ser poderoso a otra cosa, se tendió<br />

desmayado y sin sentido alguno.<br />

Llegóse a esto el día, y cogió a los adúlteros abraza- 20<br />

dos. Dispertóles el sol, y González quiso acudir por el<br />

diezmo siquiera de aquel beneficio que ella había fun-<br />

dado; pero viendo que era tan tarde, dexólo para la no-<br />

che, donde pensaba desquitarse de manera que no le<br />

quedasen a deber nada. Alborotóse Isabela de ver que<br />

era tan entrado el día, y maldixo su descuido y el de la<br />

II<br />

15<br />

25

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