el_eje_del_mal
el_eje_del_mal
el_eje_del_mal
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
con vestidos cortos la sonríen seductoramente. Después de unas cuantas copas<br />
de más un viejo amigo se lanza sobre mí. «¿Por qué tienes que ser siempre tan<br />
extrema?», me pregunta enfadado. No es mi vestido a lo que se refiere. Es <strong>el</strong>la y<br />
yo, imitándoles. Son nuestros cuerpos en este espacio. Es mi mano en la de <strong>el</strong>la.<br />
Cuando empecé a enrollarme con chicas quería que todo <strong>el</strong> mundo<br />
supiera lo que era. Que era bollera. Al principio pensé que <strong>el</strong> mejor modo<br />
sería si no me maquillaba ni llevaba ropa femenina ajustada. No es que fuera<br />
muy difícil ya que de todas formas antes raramente lo hacía. Había ido a una<br />
universidad donde todo <strong>el</strong> mundo andaba con las sudaderas de la<br />
universidad, pantalones militares cortados y sandalias Birkenstocks. Más tarde<br />
descubrí que quería volver al Baúl de los Disfraces, que no estaba sola y que<br />
había muchísimas mujeres a las que yo les gustaba así. Entonces comencé a<br />
ver que la propia idea de que los atributos clásicos femeninos no son sino<br />
fuentes de limitación, p<strong>el</strong>igro y opresión, raramente se cuestionaba en los<br />
círculos lésbicos mayoritarios. No me <strong>mal</strong>interpretéis —las estéticas bollos<br />
son geniales y contra la creencia popular son excitantes y deseables, no son<br />
simplemente un intento de «salirse» de la feminidad clásica. Después de todo,<br />
<strong>el</strong> feminismo ya me había enseñado que «yo estaba bien tal como era» y que<br />
«no necesitaba cambiarme a mí misma» para obtener la aprobación de los<br />
hombres —o en <strong>el</strong> mismo sentido de las mujeres. A pesar de todo, yo quería<br />
<strong>el</strong> Baúl de los Disfraces. Y finalmente descubrí que <strong>el</strong> mundo reaccionaba.<br />
Ante mí y mis <strong>el</strong>ecciones.<br />
Algunos viejos amigos que supieron que salía con chicas <strong>el</strong>evaron sus<br />
cejas y dijeron, «¡pero si estabas tan loca por los chicos en secundaria!». Sí, de<br />
hecho lo estaba. Y ya no lo estoy. El deseo no es una cosa, no es<br />
necesariamente más estable que ningún otro aspecto de la identidad. A menos<br />
que consideréis mi debilidad por las chicas butch. Chicas que parecen chicos.<br />
Chicas que se visten como chicos. Chicas que se vu<strong>el</strong>ven chicos. Algunas<br />
personas que han notado esto en mí me han proporcionado las más<br />
extraordinarias y divertidas teorías sobre por qué me ocurre esto. Ya sabéis, <strong>el</strong><br />
tipo de explicaciones freudiano-poperas que básicamente afirman que en<br />
«realidad» soy heterosexual y que, o bien 1) he tenido alguna experiencia<br />
horrible con un hombre, o sólo he encontrado a los hombres «equivocados» lo<br />
que significa que algún día encontraré al «Sr. Perfecto» y todo volverá a ser<br />
nor<strong>mal</strong>, o bien 2) que soy «demasiado fea» para conseguir un novio, o que no<br />
me puedo «comportar como una mujer debería hacerlo» para conseguir un<br />
novio. Dado que habitualmente me entran hombres (que en ocasiones insisten<br />
en que pueden «salvarme»), encuentro esto último particularmente gracioso.<br />
El freudianismo vulgar y sus teorías sobre la homosexualidad encajan<br />
hábilmente con las ideas heteronormativas sobre <strong>el</strong> género, está claro. Ya<br />
sabéis, la idea de que los queers de alguna forma han sido erróneamente<br />
«programados» en la fase de «guau, <strong>el</strong> mundo parece estar dividido en penes<br />
y vaginas y yo quiero lo que no tengo» en la temprana infancia. Me da la<br />
impresión que la «sagrada niñez» llega a explicar demasiado en nuestro<br />
mundo. Se vu<strong>el</strong>ve demasiado programática. Ninguno de estos mod<strong>el</strong>os<br />
explica por qué me solían gustar los chicos y ahora ya no me gustan, pero<br />
dicen muchísimo sobre la heterosexualidad. Nunca he sufrido <strong>mal</strong>as<br />
r<strong>el</strong>aciones o <strong>mal</strong> sexo —al menos no en <strong>el</strong> sentido que implica este mod<strong>el</strong>o.<br />
Con ambos géneros. Pero no soy bisexual y no me arrepiento. Sólo ocurre que<br />
157<br />
El baúl de los disfraces