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el_eje_del_mal

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No será hasta principios de la década de 1990, con la articulación de los<br />

grupos LSD y LRG, que van a servir de aglutinante a un incipiente grupo<br />

de personas inquietas y críticas, cuando se intentarán crear mecanismos de<br />

denuncia y respuesta a la crisis que estaba produciendo la pandemia.<br />

Estos grupos se diferenciaban de los ya existentes por su nueva visión d<strong>el</strong><br />

sujeto político, como maricón o bollo subversivos capaces de cuestionar <strong>el</strong><br />

heterocentrismo dominante, identidades estas concebidas como un contingente<br />

en <strong>el</strong> que las transversales de clase, raza, creencias o cultura eran factores<br />

constitutivos de la propia identidad, pero que los alejaba de esa falsa<br />

polaridad de homosexual vs. heterosexual en las que estaban basadas las<br />

políticas de los grupos de liberación sexual. Sus objetivos no eran, desde<br />

luego, la integración y la acomodación en <strong>el</strong> mod<strong>el</strong>o heteropatriarcal. No<br />

creíamos que dar una imagen saludable y conformista en los entierros de<br />

nuestros amigos y amantes fuera la forma de establecer la lucha contra <strong>el</strong> sida.<br />

La crítica que ambos grupos establecieron al lenguaje d<strong>el</strong> poder, que<br />

determinaba los placeres y los cuerpos, supuso una nueva representación<br />

d<strong>el</strong> sujeto político. El marica o la bollo no eran simplemente las víctimas de<br />

un sistema sexual represivo, sino los protagonistas de una sexualidad<br />

subversiva dinamitadora de los órdenes y de los discursos. Es de resaltar<br />

que <strong>el</strong> simple uso de las palabras maricón o bollera que se empezaron a<br />

utilizar para autodeterminarse descolocaban tanto al macho homófobo<br />

como al hetero enrollado, pasando por <strong>el</strong> gay bien pensante o la lesbiana<br />

pija. La rabia y la urgencia fueron los sentimientos motrices de todos los<br />

discursos y de todas las acciones, que de repente se multiplicaban: siempre<br />

había un amigo con problemas con <strong>el</strong> suministro de sus medicinas, un caso<br />

de negligencia médica, un artículo censurado, un seminario oportunista o<br />

tremendista sobre <strong>el</strong> tema..., un montón de situaciones provocadas por la<br />

impericia, desidia y <strong>mal</strong>a fe de las autoridades y a las que nos veíamos<br />

imp<strong>el</strong>idos a contestar de alguna manera.<br />

Era justamente este concepto de urgencia en la intervención política <strong>el</strong> que<br />

les acercaba a otros movimientos sociales de nuevo cuño, como <strong>el</strong><br />

movimiento okupa o <strong>el</strong> antimilitarista. Aunque no se pueda decir que fueran<br />

estos ciertamente receptivos a los mensajes y estrategias que desde LRG y<br />

LSD se lanzaban: <strong>el</strong> heteropatriarcado parecía sentirse cómodo en la mayoría<br />

de los hombres, y en muchas de las mujeres, que los componían.<br />

La lucha anti-sida era, y continúa siendo, un gran campo de batalla donde<br />

entraban muchos frentes, que cuestionaban una gran cantidad de estructuras<br />

y mecanismos sociales, estos son algunos de <strong>el</strong>los:<br />

El poder médico<br />

Si <strong>el</strong> sida se encarnaba, y se sigue encarnando, en las personas a las que se<br />

negaba la palabra, d<strong>el</strong> mismo modo la enfermedad situaba al paciente en una<br />

r<strong>el</strong>ación de total dependencia con respecto al médico. El paciente es<br />

desposeído de cualquier condición de persona autónoma, adulta y de los<br />

derechos —de ciudadanía— que de <strong>el</strong>lo se deberían derivar. Sólo tiene<br />

derecho a callar y, con su miedo ante <strong>el</strong> médico, lo único que espera es un<br />

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Geografías víricas

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