el_eje_del_mal
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y desgraciadamente esta suma seguirá aumentando ante la desidia criminal<br />
de los poderosos d<strong>el</strong> planeta, y aun así, las víctimas d<strong>el</strong> sida parecen no tener<br />
ni siquiera esa consideración.<br />
Las víctimas, supervivientes d<strong>el</strong> sida, no tienen monumentos en sus<br />
ciudades para c<strong>el</strong>ebrar y recordar tanta muerte gratuita. No cobran pensiones<br />
aunque su situación sea de absoluta precariedad. Sus asociaciones no reciben<br />
subvenciones que publiciten y expliquen la gratuidad de su muerte física, la<br />
segregación y <strong>el</strong> castigo que la hicieron también social. No son recibidas y<br />
homenajeadas por magnatarios. No tienen voz, porque han sido silenciadas.<br />
Y es que <strong>el</strong> virus que produce <strong>el</strong> sida no conoce colores de pi<strong>el</strong> o clases<br />
sociales, ni prácticas sexuales o géneros, las personas responsables de pararlo sí.<br />
Sirva pues todo esto, no solo para dar voz, sino para vertebrar un grito de<br />
rabia, vida y liberación.<br />
SIDA: sus espejos<br />
El sida ha sido, y sigue siendo, uno de los grandes espejos de nuestro tiempo,<br />
de finales y principios de un nuevo siglo. Nos ha emplazado en lo mejor y en<br />
lo peor que se pueda experimentar. El sida ha sido, y sigue siendo, <strong>el</strong> gran reto<br />
que nos ha confrontado a cada uno de nosotros con la homofobia, <strong>el</strong> racismo,<br />
<strong>el</strong> sexismo y <strong>el</strong> clasismo, en <strong>el</strong> mismo corazón de las sociedades occidentales,<br />
y de los países más ricos y poderosos d<strong>el</strong> planeta.<br />
La crisis d<strong>el</strong> sida reflejó las carencias de todo <strong>el</strong> sistema sanitario y puso<br />
de manifiesto la moral reaccionaria, o la doble moral, de los gobernantes y<br />
gestores d<strong>el</strong> llamado bien común o Estado d<strong>el</strong> bienestar, nomenclatura que<br />
depende exclusivamente d<strong>el</strong> lado d<strong>el</strong> océano Atlántico en que nos situemos.<br />
La infección masiva que provocó <strong>el</strong> VIH también evidenció las<br />
limitaciones de la investigación biomédica y de las prácticas clínicas y<br />
médicas, y nos corroboró una vez más los postulados foucaultianos al<br />
mostrarnos la inherente naturaleza política de la medicina, de la ciencia y de<br />
sus tecnologías. Pero la pandemia (epidemia global) nos ha contado, además,<br />
otras muchas historias. Nuestros amigos y novios maricas, bolleras, putas y<br />
mujeres que viven con <strong>el</strong> sida nos han enseñado a cada una de nosotras cómo<br />
practicar sexo seguro, cómo acceder a nuevas prácticas sexuales, cómo<br />
establecer nuevas coaliciones políticas y cómo <strong>eje</strong>rcer resistencias. A niv<strong>el</strong><br />
local, en España, las personas con sida y las personas que viven con sida, así<br />
como sus aliados «naturales», se han movilizado en frentes conjuntos desde<br />
finales de la década de los ochenta para demandar medicamentos y<br />
programas de prevención y tratamiento adecuados; para exigir unos servicios<br />
de salud integrales que fueran completamente gratuitos. Nos hemos<br />
movilizado para protegernos y enfrentarnos, con un poder nunca suficiente,<br />
a la fuerte discriminación y odio con los que teníamos que vivir y morir.<br />
ACT-UP (Aids Coalition To Unleash Power) que aparece en la escena<br />
neoyorquina en 1987, seguido de todas las demás iniciativas políticas y<br />
culturales que surgen a su alrededor o paral<strong>el</strong>amente, en EEUU. y Gran<br />
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Geografías víricas