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el_eje_del_mal

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poder. Es cosa de hombres. Y al poder no le gusta que se rían de él, y menos<br />

que lo tomen al asalto. En <strong>el</strong> Estado español, esa resistencia se refleja en la<br />

poca difusión que la cultura drag-king ha tenido hasta ahora. En los últimos<br />

años, sin embargo, se han realizado varios encuentros, fiestas y talleres de<br />

drag-kings. 23 Los drag-kings, como la cultura butch-femme, son revulsivos queer<br />

cargados de erotismo e irreverencia ante cierto feminismo normativo (y<br />

lesbófobo), ante un lesbianismo feminista horrorizado en general ante las<br />

plumas, los roles, los dildos..., ante un movimiento «gay» pulcro y<br />

nor<strong>mal</strong>izador, y ante una sociedad que insiste en ver a las minorías sexuales<br />

como simples copias defectuosas d<strong>el</strong> mod<strong>el</strong>o heterosexual.<br />

La práctica política queer tampoco surge de la nada. Comparte con <strong>el</strong><br />

movimiento de liberación gay de los años setenta la creencia en la necesidad<br />

de una transformación o liberación social a gran escala (Jagose, 1996: 43)<br />

abriendo <strong>el</strong> espacio a la diversidad de cuerpos y prácticas sexuales. El<br />

activismo de estas «multitudes» es un activismo transversal a las distintas<br />

opresiones y, de esta manera, lo queer no supone tanto una identidad como<br />

una interrogación crítica de las identidades, que son espacios de interacciones<br />

complejas de diversas variables que incluyen la clase, <strong>el</strong> género y la práctica<br />

sexual (Martin, 1993). La acción-representación realizada con <strong>el</strong> documento<br />

nacional de identidad es un <strong>eje</strong>rcicio de des-identificación queer y de parodia<br />

de esa identidad inamovible.<br />

El cart<strong>el</strong> y <strong>el</strong> manifiesto d<strong>el</strong> DNI (GtQ) cuestionan las diferentes<br />

«categorías» presentes en <strong>el</strong> DNI (sexo, género, nacionalidad, parentesco,<br />

etc.), evidenciando los mecanismos de regulación de las identidades y la<br />

«naturalidad» y «estabilidad» de esas categorías. En la imagen aparecen un<br />

conjunto de nuevas adscripciones promovidas por los «Misterios d<strong>el</strong><br />

Interior», más acordes con cuerpos, sexualidades y placeres encorsetados en<br />

marcas identitarias que les son ajenas (nació: sí; provincia: ciber-lab; sexo:<br />

S/M; dirección: desviada; localidad: en tránsito; provincia de residencia:<br />

dildotopía....). Esta acción-representación denuncia con acidez cómo una<br />

pequeña tarjeta de plástico como <strong>el</strong> DNI produce y controla, al tiempo que<br />

refuerza las múltiples divisiones entre legales e ilegales, nacionales y<br />

extranjeros, hombres y mujeres, masculino y femenino, etc. Divisiones que<br />

conforman una identidad fija que no permite ninguna ambigüedad a los<br />

sujetos, y que no es modificable. No podemos «redecorar» libremente<br />

23 A este respecto, ver <strong>el</strong> artículo de Beatriz Preciado «Llegan los Reyes de la cultura king»<br />

en la revista Zero número 62 (2004): 72-74.<br />

39<br />

Desde los márgenes

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