el_eje_del_mal
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El <strong>eje</strong> d<strong>el</strong> <strong>mal</strong> es heterosexual<br />
batalla diferente. La batalla contra la subordinación de la feminidad de<br />
las mujeres y su conexión con la sexualidad. Alguien dijo que las femmes son<br />
«las más queer de las queer». Quizá sea cierto, no lo sé. Lo que sé es que<br />
desaprender seriamente todo lo que se nos ha dicho sobre cómo debemos ser<br />
como mujeres y cuáles son los valores de la feminidad, es una tarea difícil.<br />
Pero <strong>el</strong> sentimiento de extrañamiento, no importa como sea construido y<br />
concebido, te hace de hecho más fuerte, tal y como dice mi amigo. Y tomar<br />
perspectiva de ese extrañamiento permite ver por qué ocurren las cosas.<br />
Cómo son creadas las normas y se mantienen los órdenes. Nos proporciona<br />
herramientas para cambiar las cosas. Muchas de nosotras rechazamos ser<br />
disciplinadas. Y disfrutamos muchísimo mientras estamos en <strong>el</strong>lo.<br />
“¡California te hizo bollera!”: Sobre empezar de nuevo<br />
«Todo esto es porque viviste en California» es un argumento que he<br />
escuchado mucho. En ocasiones, especialmente por parte de las pocas<br />
personas que en algún momento expresan alguna frustración cuando anuncio<br />
al mundo que salgo con mujeres, se dice esto con cierto tono de frustración y<br />
devastación ante la «diferencia» como algo situado fuera de Suecia y,<br />
ciertamente, d<strong>el</strong> norte de Suecia. Sí, de hecho vivía en California cuando salí<br />
d<strong>el</strong> armario y sí, de hecho creo que los lugares nos moldean y pueden abrir<br />
nuestros ojos a cosas nuevas. Pero sin embargo no ocurrió así exactamente.<br />
Mi viejo amigo d<strong>el</strong> consejo de estudiantes se mudó de nuestra ciudad para<br />
salir d<strong>el</strong> armario. No porque se sintiera forzado a hacerlo, sino porque<br />
anh<strong>el</strong>aba un mundo queer. No resulta sorprendente, puesto que cuando se<br />
piensa en la cultura gay no se piensa exactamente en <strong>el</strong> interior d<strong>el</strong> norte de<br />
Suecia. Se piensa en San Francisco, Barc<strong>el</strong>ona, París o Londres. O al menos<br />
en Estocolmo o en Goteburgo. Como peregrinos en camino a la tierra<br />
sagrada, en estos días las personas queer a menudo emigran a una gran<br />
ciudad, al menos por un cierto tiempo. Raramente se escucha de los que<br />
salieron d<strong>el</strong> armario donde crecieron, incluso cuando los rumores circulan<br />
con rapidez. Muchos sostienen <strong>el</strong> mito de que es imposible ser gay en un<br />
ambiente rural, porque la gente d<strong>el</strong> campo tiene más prejuicios y es más<br />
difícil ser tú mismo. Afirmo que hay prejuicios en todos los sitios. Afirmo<br />
que los queer urbanos también tienen prejuicios contra la gente d<strong>el</strong> campo.<br />
Quizás es más una cuestión de anh<strong>el</strong>o de pertenencia. Un deseo de no estar<br />
más tiempo solo, de no ser la única persona con una orientación sexual o<br />
identificación de género diferente. Al menos para muchas personas que<br />
conozco ésta es la razón por la que se mudaron.<br />
Como pretenciosas bailarinas d<strong>el</strong> vientre, mis amigas y yo nos<br />
imaginábamos lejos de la aburrida vida de pequeña ciudad d<strong>el</strong> norte. Sobre<br />
interminables tazas de té hablábamos sobre las fabulosas vidas que<br />
llevaríamos tan pronto como pudiéramos escapar d<strong>el</strong> horrendo lugar en <strong>el</strong><br />
que nuestros padres nos habían forzado a vivir. Si creces alejada de donde<br />
ocurre cualquier cosa, es bastante previsible que tu sueño de llegar a ser otra<br />
cosa de lo que se te anima a ser requiera ir a algún otro lugar. Así que como<br />
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