el_eje_del_mal
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El <strong>eje</strong> d<strong>el</strong> <strong>mal</strong> es heterosexual<br />
Madrid, primavera de 2005. Mientras espero en la puerta d<strong>el</strong> Círculo de B<strong>el</strong>las<br />
Artes a que lleguen las amigas con las que quedé aparece <strong>el</strong>la y con una gracia<br />
sutil sube la escalinata que da acceso al interior d<strong>el</strong> edificio. Me sudan las<br />
manos, me tiemblan las piernas, estoy nerviosa. Y recuerdo. Recuerdo cómo<br />
unos años antes, a modo de acción conmemorativa d<strong>el</strong> 8 de marzo,<br />
empap<strong>el</strong>amos la facultad con unos cart<strong>el</strong>es realizados en cartulinas de colores<br />
en los que aparecían las fotos de mujeres «importantes» junto a una pequeña<br />
biografía de cada una. Al pie de todas las cartulinas una frase que decía: «¿Por<br />
qué nos olvida la Historia?». Creo que fue la primera acción simbólica<br />
importante que realizamos como «Insumisas al Género», grupo en <strong>el</strong> que<br />
comencé mi militancia feminista. Cada una de nosotras escogió a cuatro o<br />
cinco mujeres para hacer estos cart<strong>el</strong>es y entre mis cuatro, una era <strong>el</strong>la: Ang<strong>el</strong>a<br />
Davis. Vu<strong>el</strong>vo a la realidad, subimos a la sala d<strong>el</strong> Círculo donde se realiza la<br />
presentación y veo muchas caras conocidas de diferentes ámbitos, bastantes<br />
caras negras conocidas, pienso. Termina su presentación y un chico negro coge<br />
<strong>el</strong> micro, hace rato que comenzó <strong>el</strong> turno de preguntas. El chico negro<br />
comienza a hablar, le agradece a Ang<strong>el</strong>a Davis su presencia en Madrid y<br />
finalmente se pregunta dónde están las mujeres negras en Madrid. Se refiere<br />
a mujeres militantes. Que tú no nos conozcas no significa que no existamos,<br />
que no estemos. Pero claro, era un hombre.<br />
Dibujando puentes<br />
Trazar las conexiones entre las diferentes formas de opresión sexo, género,<br />
raza, sexualidad ha sido una constante entre las activistas y grupos de<br />
lesbianas negras y de color en los Estados Unidos desde la década de 1970<br />
hasta la actualidad. Para la comprensión de una realidad política compleja<br />
por parte de estos grupos, es fundamental <strong>el</strong> desarrollo d<strong>el</strong> concepto de<br />
simultaneidad de la opresión.<br />
No vemos ninguna razón para hacer un ranking de opresiones o para, como<br />
muchas fuerzas dentro de la comunidad negra pretenden, pensar que <strong>el</strong><br />
sexismo o algunos otros –ismos no existen (Smith, 1983: xxxii).<br />
Paral<strong>el</strong>amente, las lesbianas de color problematizan, más si cabe, <strong>el</strong> concepto<br />
de identidad. Entendido éste, en un principio, como identidad étnica o<br />
cultural realizan un deslizamiento hacia lugares fronterizos de la propia<br />
identidad con una habilidad, que sólo pude ser fruto de la experiencia<br />
personal. Al mismo tiempo tienden unos puentes sólidos para conformar un<br />
incipiente movimiento de mujeres de color. En este sentido, considero crucial<br />
como catalizador de este movimiento la publicación por Moraga y Anzaldúa<br />
(1981) de su ya mítico This Bridge Called My Back.<br />
La feminista lesbiana chicana Gloria Anzaldúa (1987) hace explícito <strong>el</strong><br />
choque con su propia cultura y la desidentificación con los roles que ésta le<br />
impone por ser mujer:<br />
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