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Descarga Buscando a Dios

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<strong>Buscando</strong> a dios<br />

del error y arrancarla, en fin, del gremio de la Iglesia Católica».<br />

4. «como sabéis muy bien, venerables hermanos, desde que la providencia,<br />

en sus impenetrables consejos se dignó elevarnos, a pesar<br />

de nuestra indignidad, a la cátedra de San Pedro, con el corazón<br />

traspasado de dolor a la vista de la horrible tempestad desencadenada<br />

por tantas doctrinas perversas, a la vista de los males incalculables y<br />

soberanamente deplorables atraídos por el pueblo cristiano por tantos<br />

errores, alzamos la voz, según el deber de nuestro ministerio apostólico<br />

y los ilustres ejemplos de nuestros predecesores».<br />

5. «Y en muchas encíclicas, en alocuciones pronunciadas en consistorios<br />

y en otras letras apostólicas, condenamos los principales errores de<br />

nuestra triste época, excitamos a vuestra vigilancia episcopal, exhortamos<br />

a todos nuestros queridos hijos de la iglesia católica a mirar<br />

con horror y a evitar el contagio de esta peste cruel».<br />

6. «Pero muy especialmente en la primera encíclica del 9 de Noviembre<br />

de 1846 y en dos alocuciones, una del 9 de Diciembre de 1854 y otra<br />

del 9 de Julio de 1862, pronunciadas en consistorio, condenamos los<br />

monstruosos errores en boga, sobre todo en nuestros días con gran<br />

daño de las almas y de la misma sociedad civil; errores que, fuentes<br />

de casi todos los otros, son, no sólo la ruina de la iglesia católica y sus<br />

saludables doctrinas y de sus sagrados derechos, sino también de la<br />

eterna ley natural probada por el mismo <strong>Dios</strong> en todos los corazones,<br />

como igualmente de la recta razón».<br />

7. «Sin embargo, bien que no nos hayamos descuidado en prohibir y<br />

reprobar estos errores, la causa de la iglesia católica, la salvación de<br />

las almas divinamente confiadas a nuestra solicitud, los intereses de<br />

la sociedad humana exigen, que excitemos vuestro celo pastoral a<br />

combatir otras opiniones nacidas de los mismos errores, como de sus<br />

fuentes».<br />

8. «Estas opiniones falsas y perversas, son tanto más detestables, cuanto<br />

que tienden especialmente a impedir y a separar esa fuerza saludable<br />

de que la Iglesia católica en virtud de la institución y del mandato<br />

de su divino fundador debe usar libremente hasta el fin de los siglos,<br />

así respecto de las naciones como de los individuos lo mismo con los<br />

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