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Descarga Buscando a Dios

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<strong>Buscando</strong> a dios<br />

HORRORES Y BACANAL<br />

Quedémonos con Doña Elvira y oigamos las confidencias en el salón<br />

inmediato, sin horrorizarnos, pues, que sólo son proyectos; ya veremos<br />

horrores al final de la fiesta a que hemos de asistir.<br />

El primer introducido en el salón, era un joven prelado, todo gracia y<br />

humildad, predestinado poco después a desempeñar el cargo de Pontífice;<br />

después de los cumplidos ceremoniales a que no se dispensaba a nadie, más<br />

que a Lucrecia: aguardó, baja la cabeza, hasta darle permiso para hablar.<br />

— ¿Qué nuevas traéis, amadísimo Darnesio?... ¡oh! cuanto me digáis<br />

es para mí interesantísimo, en estas horas destinadas a los negocios de<br />

la más alta importancia. — Vuestra Santidad, puede bien creerlo: miro los<br />

gravísimos asuntos que ocupan la atención de la cabeza de la iglesia, como<br />

cosa propia.<br />

—os lo agradecemos con toda el alma, hijo predilecto de la iglesia.<br />

—Julia, mi hermana, me encarga manifieste su infinita gratitud hacia<br />

vuestra santidad, por la merced que os dignasteis hacerle... Había que ver<br />

la cara alegre del Papa al oír la misiva y no era menester mucho pensar<br />

para adivinar de qué se trataba; lo que únicamente nos debe extrañar es que<br />

sea su mismo hermano y prelado por añadidura, el que compre el birrete<br />

de cardenal con la honra de su hermana; pero no nos preocupemos por tan<br />

poca cosa y oigamos:<br />

— ¿consiente ella, pues? — preguntó el Papa.<br />

— ¡con toda el alma!... Siglos le parecen las horas que tarde en hacer...<br />

algo agradable a vuestra santidad: cuando queráis... Y aquí calló para<br />

observar el efecto de sus palabras, que lo causaron y manifestó el Papa<br />

francamente visible y dijo:<br />

__Mañana, podréis decir que venga a nos Darnesio; decidle que la<br />

aguardamos.<br />

El prelado se inclinó en señal de obediencia ejemplar, mientras el<br />

Papa proseguía:<br />

—os recomendamos nuestra promesa, pues. En el venidero consistorio,<br />

se os saludará con el título de cardenal. Confiad en nuestra palabra.<br />

El segundo introducido en el salón fue un seglar; en nuestros días se<br />

llamaría un agente secreto: un espía. En aquellos tiempos se le llamaba un<br />

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