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Descarga Buscando a Dios

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<strong>Buscando</strong> a dios<br />

tante comprendo. ¡Pobre capitán! Y yo. . . soy hija de aquel monstruo... y<br />

él... ¡mi padre! y prorrumpió en amargo llanto.<br />

— ¡Pobre niña! exclamó el capitán.<br />

— ¡cuántas veces he maldecido la hora que di oídos a sus palabras<br />

amorosas! ¡oh! ¡Pero en el pecado llevo la penitencia y la cumple esa desdichada<br />

hija mía!... exclamó Doña Elvira.<br />

— ¿Queréis, pues, que lo ponga en libertad?<br />

Esperaba su sentencia, cuando oyó esta pregunta:<br />

— ¿Y no podríais sustraernos a las iras vaticanas y vivir cerca de<br />

nosotras?<br />

¡Señora! — dijo resueltamente el capitán — mi honor de soldado,<br />

no me permite la traición sin merecer la infamia; antes prefiero la muerte.<br />

— ¿Y por no faltar a ese honor os convertiríais en carcelero o en<br />

verdugo?<br />

—Ni una cosa, ni otra...<br />

— ¿Pues?...<br />

—Pues solo hay un camino que seguir; mi honrosa retirada de esta casa.<br />

—Si esto es necesario, antes que faltar a vuestro honor y convertirnos<br />

en vulgares asesinos, sea; dijo la condesa.<br />

El dolor la sofocaba, pero aún sostuvo los vivos deseos de llorar y<br />

le alargó la mano al capitán, que titubeó si despedirse por última vez de<br />

Valencia.<br />

Doña Elvira le dijo: No sufráis por ella; evitadle este dolor... Confiad<br />

en mí, que yo aguardo vuestro regreso y os doy palabra de entregárosla pura<br />

como la dejáis.<br />

—Pero… es una temeridad que os deje aquí solas. ¡oh! no, aun a<br />

costa de mi reputación, no puedo abandonaros hasta dejaros en salvo. Sólo<br />

entonces me debo separar.<br />

La condesa comprendió que esto era un sacrificio heroico y ella no<br />

tenía derecho a inutilizar aquella acción. comprendió que puesto en libertad<br />

aquel innoble espía, el capitán era descubierto y ella caería en manos del<br />

Papa y su hija... ¡oh! convertida de grado o por fuerza en la amante de su<br />

padre como Lucrecia .y esto le hizo pensar más racionalmente. ¿Que podía<br />

esperar ya en Roma? Si ella hubiera sido sinceramente católica, podría so-<br />

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