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Descarga Buscando a Dios

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<strong>Buscando</strong> a dios<br />

qué de las cosas que hacía con tanta naturalidad; y como arrastrada por un<br />

algo que lo llevaba al progreso, (pero como máquina) llegó a tener tantos<br />

ídolos y de tantas clases, como hombres había habido en la tribu que le<br />

había hecho algún bien y cada uno adoraba al que representaba, según sus<br />

hechos y costumbres; las suyas propias. Ya, de aquí vinieron las divisiones<br />

y, nueva emigración y ensanche del círculo humano; pero todos llevaban<br />

los recuerdos y cierta simpatía, y lo que es más, el deseo de ser mayor en su<br />

tribu, en conocimientos y en riquezas, Mas la sangre llama a la sangre y, el<br />

mancebo que vio la joven, (de otra tribu, sí, pero descendiente de Ia tribu a<br />

la que su padre perteneció) no encuentra obstáculo en formar familia y une<br />

en su unión dos tribus; pero establece un principio de libertad que repercute<br />

en todas las divisiones de la antigua tribu, e imitan otros su ejemplo; pero<br />

¿y los ídolos?... Todos son mejores; todos los defienden; todos los oyen y,<br />

aún les hablan. ¿Eh?... (Escrito queda «y aun les hablan»)... Esta palabra<br />

que en mí no estaba o no presentía hasta este momento... ¿Me meterá en un<br />

berenjenal? ¿Me hablarán a mí y la habré escrito? Pues yo sólo quiero, por<br />

ahora, hablar con mi corazón; sigo.<br />

De aquellas uniones de parejas de diferentes tribus provenientes de<br />

la antigua tribu, resultó, lo que era lógico; que el varón para no herir a su<br />

mitad, olvidase a su ídolo; y la hembra, para agradar a su marido, olvidase el<br />

suyo; pero, ellos necesitaban adorar algo fuera de ellos, donde poder llamar<br />

en sus dolores, en sus aflicciones y, como vieron, en su tristeza, que aquella<br />

noche tuvieron, disiparse a la aurora con la salida del sol, a éste lo adoraron<br />

y le pusieron tantos nombres como les cuadró al gusto de cada uno y dieron<br />

un gran paso: pero a tal extremo llegó su adoración, que el día que el sol no<br />

se dejaba ver, era para ellos día de desgracia.<br />

Esta verdad esta confirmada y reconfirmada y aun hoy se conserva<br />

esta religiosa adoración o superstición en algunas partes de la tierra, quizás<br />

como testigo y prueba de este estudio; y es de ver, la reverencia con que se<br />

inclinan ante la madeja dorada de la cabellera del astro rey de nuestro sistema<br />

y los cantos, peticiones y ofrendas que se le hacen, y encargan de su culto a<br />

los hombres más perspicaces, los que le han atribuido al Sol, como grandes<br />

hijos, a Júpiter, Venus, Saturno, etc., etc. Y es el caso, que hoy vemos que<br />

han estado muy acertados, porque algo nos indica la ciencia astronómica.<br />

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