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Descarga Buscando a Dios

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<strong>Buscando</strong> a dios<br />

como los servicios no se habían organizado aún, no le fue muy difícil que le<br />

entregaran el cuerpo del desgraciado Juanucho y, en unas andas lo colocó y<br />

se dirigió con el triste convoy hacía su casa.<br />

Valencia estaba en la verja como el día de la declaración que ya<br />

conocemos, se abalanzó sobre el cadáver y sin poder llorar quedó con los<br />

ojos desmesuradamente abiertos. El doctor, que la miró, comprendió todo<br />

y mejor quisiera verla muerta.<br />

Siguió el fúnebre cortejo como una autómata y depositado aquel sobre<br />

una colcha en su habitación, corrió el doctor en auxilio de Valencia que cayó<br />

en una crisis, de la que al volver, no se haría esperar su desenlace.<br />

El doctor hizo cavar una fosa bajo un sauce que había frente a la<br />

ventana de Valencia y depositó el cadáver de Juanucho, regándolo con sus<br />

lágrimas.<br />

Valencia luchaba con la muerte de su cuerpo y su espíritu estaba en la<br />

fosa con su amado. La crisis cedió y a los ocho días, el doctor vio animarse<br />

extraordinariamente a Valencia. otro se habría equivocado; pero Aducio, en<br />

aquella lucidez, vio el postrer aliento. Está acabando de sufrir, dijo Aducio<br />

y las lágrimas surcaban sus mejillas.<br />

Al abrir los ojos Valencia, miró en torno suyo y vio al pobre viejo que<br />

espiaba todos sus movimientos.<br />

—os agradezco cuanto habéis hecho por nosotros... Mis sufrimientos<br />

terminan...<br />

fui la última... Pero pronto estaré reunida con ellos... Pobre madre...<br />

pobre Juanucho.<br />

El doctor no pudo pronunciar palabra.<br />

—Sólo una cosa quiero pediros... ¿Me la concederéis?... Pobre, haced<br />

un esfuerzo, pensando que para mí también ha terminado ya esta vida de<br />

sufrimiento.<br />

— ¿cómo veros sufrir tanto y no sentirse conmovido?<br />

—cuando me habréis colocado en la misma tumba estaremos solo<br />

dos unidos. . . Si vos quisierais obrar como padre amoroso...<br />

— ¡Sí, Valencia, sí! Ya lo había pensado. os prometo que yo también<br />

bajaré al mismo lugar.<br />

El rostro de Valencia brilló con un fulgor de satisfacción momentáneo.<br />

—Es una injusticia que esos crímenes queden impunes, dijo el doctor.<br />

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