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Descarga Buscando a Dios

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Joaquín Trincado<br />

pero en vano trató de conciliar el sueño; el capitán; las conversaciones, el<br />

hijo natural, todo le preocupaba.<br />

Mientras Juanucho llegaba al Vaticano se decía: «Yo sirvo a quien<br />

me paga y tengo el derecho de escoger el estipendio mejor. Entre el dinero<br />

del Papa y una niña como Valencia, es natural que prefiera la última. . . Así,<br />

puedo seguir en palacio y aun ser traidor del Papa, sin que esto constituya<br />

una vergüenza, puesto que Borgia es un canalla».<br />

El razonamiento no era muy lógico; pero hay que aceptar los hombres<br />

como son y no a medida del gusto; en aquel tiempo se hubiera denominado<br />

flor de la lógica, lo que Sanseverino revelaba y aun hubieran ponderado la<br />

sagacidad y honradez que en su discurso mostraba.<br />

Valencia, para él, era ya algo más que una niña bonita; su recuerdo,<br />

llenaba la mente del apuesto capitán. Había cambiado totalmente su carácter<br />

en aquella tarde y cuando regresó al Vaticano, sus compañeros creyéronlo<br />

loco o enamorado.<br />

cada uno se preguntaba, cuál era la causa de aquella súbita mudanza;<br />

y el florentino, un capitán como él e íntimo de Juanucho, con la exquisita<br />

ironía de Boccaccio que lo caracterizaba, aseguraba definitivamente, que...<br />

el capitán Juanucho había cometido su primera majadería, se había enamorado;<br />

y Juanucho que sabía que no con deseo de zaherirle gastaban aquellas<br />

bromas sus compañeros de armas, contestaba con chistes y sonrisas.<br />

Párrafo VI<br />

NOCHE DE TERRIBLES TRAGEDIAS<br />

Ya vemos que Juanucho está enamorado de Valencia; pero de un amor<br />

puro, y conforme a su compromiso, visitaba indefectiblemente una vez por<br />

semana la casa de doña Elvira; más esta altiva mujer, no daba confianzas a<br />

su visitante y aun imponía sus prerrogativas, hasta que las cosas llegaron a<br />

un punto difícil.<br />

Una noche en que Juanucho se hacía muchas consideraciones acerca<br />

de su respeto a las señoras y que decía que casi no se conocía ya, salía de la<br />

casa un tanto mustio y diciéndose para sus adentros; veremos en qué para<br />

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