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Descarga Buscando a Dios

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<strong>Buscando</strong> a dios<br />

Sus padres, asustados por la impiedad de su hijo empeñados en hacerle<br />

sacerdote, acudieron al obispo de Pessaro, quien, les dijo: «esto es un castigo<br />

de <strong>Dios</strong> porque no habéis entregado a la Iglesia la mitad de vuestros bienes».<br />

Y aun les hizo creer que su hijo era el Anticristo en persona 18 y les indujo a<br />

sacarlo del seno de la familia, desheredarle y entregar sus bienes a la Iglesia.<br />

como aconsejó aquel obispo, obraron, y Aducio tuvo que ejercer su<br />

profesión para vivir: pero al poco tiempo, como médico de los orsini, por<br />

su fama justificada, fue el hombre de respeto y aprecio.<br />

Tal era el médico a quien se le confió la cura de Doña Elvira, quien<br />

entró en la sala y registró minuciosamente la herida.<br />

Los sufrimientos, no dejaban articular palabra a la paciente. La piel<br />

del rostro amoratada, los ojos habiéndose hundido en sus órbitas, la boca y<br />

la nariz se contraían de una manera horrible.<br />

Valencia, no comprendía nada sino que algo grave ocurría.<br />

El doctor quiso levantar el brazo por ver la sensación que producía a<br />

la paciente, y su rostro se agitó.<br />

En la apariencia, la herida no era grave: un corte superficial cuya curación<br />

era de breves días, pero en los bordes de la herida, una mancha violácea<br />

se extendía por momentos y esto observado, el médico dijo:<br />

No hay minutos que perder. ¿Estáis dispuesta a perder el brazo para<br />

salvar vuestra vida?<br />

Valencia se tapó el rostro con las manos y prorrumpió en amargo llanto.<br />

Aducio, con gran cariño y mientras hacía los preparativos dijo a Valencia:<br />

Valor hija mía: se puede vivir perfectamente sin un brazo y si queréis<br />

que se salve vuestra madre, es necesaria la separación de ese miembro, la<br />

han herido con arma envenenada.<br />

— ¡Envenenada! Exclamó Valencia ¿qué quiere decir eso?<br />

— ¡Pobre niña! exclamó la orsini ante aquella ingenuidad: un arma<br />

que mata con solo rasgar la piel.<br />

Doña Elvira, después de meditar un momento dijo al doctor: necesito<br />

vivir para ese ángel, doctor.<br />

Aducio, que había seguido a los orsini en diferentes campañas, estaba<br />

familiarizado con esa clase de operaciones y en pocos segundos separó el<br />

19 Yo no puedo estar conforme con ese rey; pero si sólo este error tiene Savonarola, pronto tendré en<br />

él, otro compañero de viaje. Aunque por el momento, no veo que sea el Anticristo.<br />

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