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Descarga Buscando a Dios

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<strong>Buscando</strong> a dios<br />

suministrar un numero de estampas en el día y lugar determinados.<br />

Al año siguiente fue más venturoso. Prestó servicio a los venecianos;<br />

había combatido al Duque de Tirol, a las órdenes del de camerino y después<br />

a las de Roberto Sanseverino, unos de los mejores Generales de su época.<br />

Tuvo ocasión de distinguirse en varios encuentros y aquello fue su<br />

fortuna. Porque el General, llamándolo así y averiguando sus orígenes, acabó<br />

por saber que era un hijo natural suyo y por eso lo elevó al grado de capitán,<br />

cosa que le fue facilísima, gracias a la influencia de que disponía entre los<br />

gobernantes de la serenísima República, por el dinero de que podía disponer<br />

y por las pruebas de valor que su hijo había dado en todas las ocasiones.<br />

Pero también fue la causa de su primer desventura, porque copado<br />

con su padre y un pelotón de los suyos en una emboscada, recibió varias<br />

heridas, y auxiliado por los demás, apenas sí alcanzó a recuperar el cadáver<br />

de su padre.<br />

A propósito de este hecho, nadie podía preguntarle sin que enseguida<br />

dejara de ver sus ojos humedecidos por una lágrima y cuando narraba sus<br />

aventuras militares en el Tirol, concluía diciendo siempre:<br />

—¡A lo menos hubiese esperado más a distinguirme y no le habría<br />

conocido para perderle tan súbitamente y, como tantos otros, me hubiera<br />

creído hijo de algún cardenal! Últimamente, pasó al servicio del Papa, quien<br />

conociendo sus prendas y su estirpe, le había nombrado capitán de la guardia<br />

palatina. Aquella no le gustaba, pero aceptaba en tanto, a falta de otra mejor,<br />

pues a la sazón reinaba una paz completa en todas partes. La muerte de<br />

Laurencio VII y la elección de Alejandro VI, poco o nada le importaban aun<br />

cuando estaba destinado a cuidar y garantizar la vida y tranquilidad de ellos.<br />

No podía empero, tolerar, la depravación de costumbres que el papado<br />

había originado en Roma y solía decir: «Si no se puede por menos; si nada<br />

existe válido si antes no es comprado por un puñado de oro, sean respetadas<br />

a lo menos las mujeres y los niños que quieren permanecer honestos. Si no<br />

es honroso en tiempo de guerras, durante las que los derechos de victoria<br />

todo lo justifican, peor ha de ser en tiempo de paz el atropello continuo de<br />

la familia. ¿Por qué ha de ser aquí una desgracia, nacer con una cara bonita<br />

y un cuerpo seductor?».<br />

Más que nada, resultábale intolerable, la altivez y depravación del<br />

cardenal Rodrigo Borgia, en aquel instante elegido Papa con el nombre de<br />

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