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Descarga Buscando a Dios

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Joaquín Trincado<br />

dalizaban a las bellas espectadoras.<br />

Los codazos dados por los pajes de la cohorte antes citada, abrieron<br />

camino entre la multitud. cada uno de aquellos dignatarios traía en una<br />

bandeja de plata, un huevo, un pan pequeño y un cáliz de vino.<br />

¡La cuaresma aún dura¡ decía algún espectador; tenedles a dieta y<br />

veréis cómo se deciden pronto.<br />

Lástima que sólo sean veinte y tres, añadía otro, si hubiera estado acuciado<br />

todo el Sacro colegio algunos días, hubieran permanecido tranquilas<br />

las mujeres romanas.<br />

De todos modos, contestaba un tercero, podrán decirnos algo de los<br />

que están allí dentro. Y señalaba al palacio ruinoso. Sí; pero la clausura no<br />

está reñida con el apetito, replicaba el primero.<br />

El diálogo amenazaba prolongarse, cuando uno del grupo imponiéndose,<br />

exclamó: ¡Guardaos que ahí vienen! A estas palabras, mitad misteriosas,<br />

todos volvieron el rostro y a poca distancia contemplaron dos gentiles<br />

hombres a caballo, en torno de quienes el pueblo parecía amotinarse, más<br />

por temor que por respeto.<br />

Uno de ellos, el más alto, cabalgaba con más seguridad que el otro y<br />

lanzaba sobre la multitud unas miradas que ni podían ser tenidas por odio<br />

como por desprecio; en la manera de mover la mano, que casi involuntariamente<br />

se agitaba moviendo un palo, hubiérase tomado, por un espadachín<br />

famoso. En las manchas de la cara, descubríase al calavera empedernido,<br />

y en su mirada, notábase el aficionado a las mujeres; apenas podía ser contemplado,<br />

sin que seguidamente inspirara deseos de aplastarlo como a un<br />

reptil venenoso.<br />

El otro, en cambio, aunque semejaba hermano, bien fuera por la momentánea<br />

apostura, bien por el hábito de no mostrar tan claramente sus vicios,<br />

prevenía decididamente a su favor. En sus maneras, mucho más corteses, en<br />

el mirar menos feroz y el porte de su persona, mejor parecía un prelado en<br />

candidatura, que un espadachín de profesión.<br />

Estamos ya en el sexto día, dijo el primero de los gentiles hombres, y<br />

esos malditos aún no se han decidido; no, todavía no se ha visto la humareda,<br />

repuso el segundo; esto es buen indicio.<br />

—¿Buen indicio? ¿Se ha empleado nunca tanto tiempo en asaltar un<br />

castillo inexpugnable como ahora para nombrar papa? ¿Y estas incertidum-<br />

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