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Descarga Buscando a Dios

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Joaquín Trincado<br />

no hubiera cumplido su deber bautizándola, desconociendo los padres... Si<br />

supiéramos que había procedido así, caería en nuestra desgracia.<br />

—Yo he venido a buscar el nombre de su padre, exclamó Doña<br />

Elvira. Y lo dijo con tal ahínco que el Papa llegó a desconcertarse,<br />

— ¡Ah! ¡Ya entendemos! Venís a pedir justicia contra algún poderoso.<br />

Por lo que a nosotros afecte la justicia no será negada. Nombrad al canalla;<br />

decid quién es, y le haremos sentir el peso de nuestra augusta cólera.<br />

—El poderoso, el traidor, os es bien conocido a vos; podéis realizar<br />

este acto de justicia.<br />

— ¡Ah! Ya comprendemos; en pocas palabras; quisierais que depusiera<br />

el manto pontificial y la tiara.<br />

—No me preocupa lo que debáis hacer. A mí me interesa el honor<br />

de mi hija; si proclamado nuestro matrimonio, tenéis que dejar todos esos<br />

talabartes ¿qué me importa a mí?<br />

Pobre Doña Elvira; aquí se sentenció. Su amor la perdió, y el derecho<br />

de justicia que en su país se hubiera hecho, la ofuscó.<br />

— ¿creéis que nos importa gran cosa ese documento? Sabíamos<br />

ya, que algo parecido obraba en vuestro poder, pero vamos a probaros<br />

cuanto nos importaba... os ruego paséis unos instantes a la habitación inmediata.<br />

No temáis nada; nos importa demasiado saber el paradero de nuestra<br />

hermosa Valencia, para que nada intentemos ahora contra vos.<br />

Doña Elvira estaba ciega de rabia y de valor y fue impelida por el<br />

Pontífice a pasar a la habitación inmediata donde se oía todo lo que se hablara<br />

en el salón de conferencias secretas, donde acudía entonces el Papa, por que<br />

había llegado la hora de éstas.<br />

La pobre mujer, es preciso confesarlo, se desilusionó por completo y<br />

no pudo conservar el vigor de sus facultades. Ella esperaba que la presencia<br />

de un documento matrimonial debiera ser bastante para inducir al Pontífice a<br />

un arreglo. No creía pedir mucho; quería solamente la legalización del nacimiento<br />

de su hija y no preveía que una tal medida implicase para Alejandro<br />

VI la caída del trono pontificio.<br />

Párrafo VII<br />

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