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Descarga Buscando a Dios

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<strong>Buscando</strong> a dios<br />

como padre en que ya hemos convenido. Entre el condestable y vos, ¿existe<br />

algo de que ninguno osáis hablarme?<br />

— ¡oh, no! Exclamó Valencia con amargo llanto. ¿Qué queréis que<br />

exista?... El pobre, tan digno, se figura que puedo ser suya... y no sabe... no<br />

tengo el valor de decírselo... ¡ojalá llorara una debilidad tenida para él, pues<br />

el amor la legitimaría...<br />

Pero... ¡oh vergüenza!...<br />

—Ea. No llores que me vas hacer llorar a mí. ¡Que diablos! Todas las<br />

cosas tienen remedio; lo que vos no tengáis valor para comunicárselo, lo<br />

convenceré yo; pero no prolonguéis más esa tortura reciproca.<br />

Valencia hizo propósito de confesarle aquel mismo día y por la tarde,<br />

casi anochecido, salió maquinalmente y posó su cabeza sobre la verja de<br />

hierro que rodeaba el jardín y llegó Juanucho muy contento.<br />

Al verla allí le dijo:<br />

— ¡Pero Valencia, tú aquí! ; te va hacer mal el fresco!<br />

— ¿Qué quieres que haga?... Acaso sería mejor acabar de una vez esta<br />

vida de engaño y de dolor...<br />

Juanucho dijo: ¿Por qué habláis así, Valencia? Hoy que vengo contento,<br />

precisamente he recibido la cantidad que esperaba: dos mil escudos...<br />

Podremos casarnos y refugiarnos en Venecia.<br />

cada una de aquellas palabras se clavaban en el corazón de Valencia.<br />

— ¡Desposarnos! Dijo con amargura.<br />

— ¿No estáis contenta? ¡No os acordáis!...<br />

— ¡oh, demasiado me acuerdo, Juanucho! ojala no me acordase.<br />

¿Pero desposarnos?... ¡Imposible!<br />

— ¿cómo?... ¿Qué decís? ¿No queréis ser mía, Valencia?<br />

—Valor, amigo mío. Recurrid a vuestro inagotable valor.<br />

— ¿Qué significa este preámbulo? ¿Qué ocurre?<br />

Y rompiendo a llorar, contó su fatal historia de la que no es responsable<br />

y aunque Juanucho la había sospechado, su relación le hacía llevar su<br />

mano a acariciar el pomo de su espada... y, al fin, cortó el silencio, y dijo:<br />

— Pues bien, ¿eso que importa? ¿Acaso tú no sigues siendo mi Valencia,<br />

la pura Valencia? Mi pecho abriga un corazón grande aun para quereros<br />

más y mejor cuanta mayor desgracia os rodea... ¿Y eres tú, Valencia, la que<br />

creyó que un Sanseverino os abandonaría, porque sois la más infeliz de las<br />

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