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Descarga Buscando a Dios

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<strong>Buscando</strong> a dios<br />

Benito I, Benito VIII, Gregorio VI y Juan XIX, huyeron de Roma<br />

cazados como bestias feroces.<br />

Víctor II y Gregorio VIl, gustaron las delicias del destierro; pero este<br />

último (que fue el famoso Hildebrando santificado y luego descanonizado),<br />

se había refugiado en el castillo de su amante la condesa Matilde, y luego<br />

en el castillo de San ángel, y aunque defendido por el conde Guisardo, para<br />

librarse del furor popular, no halló otro medio que prender fuego a la ciudad<br />

por varios sitios. Solo este sacerdotal expediente o forma sacramental de los<br />

pontífices, le permitió al terrible Hildebrando escapar esta vez, disfrazado,<br />

dejando en pos de sí, los gritos, la desesperación del pueblo y las ruinas<br />

humeantes de la capital. Murió en Salerno desterrado y maldecido.<br />

Urbano lI, huyó a francia perseguido.<br />

Pascual lI, que desenterró e insultó los cadáveres de Enrique IV y de<br />

Germán II, murió envenenado. Este Papa se daba colorete y hay las pruebas<br />

de que pasaba las noches en crápulas y disoluciones, entregándose a los vicios<br />

más torpes, para lo que se vestía de mujer. Murió en la bacanal.<br />

Lucio lI, fue muerto a pedradas.<br />

Gelasio lI, se refugió en francia donde murió envenenado y miserablemente.<br />

Inocencio lI, apenas nombrado Papa, fue obligado a huir; y caído en<br />

las manos de Normando, debió confirmar cuanto había hecho el antipapa<br />

Anacleto.<br />

Eugenio lII, recibió la tiara en farfo, porque el pueblo, que bien lo<br />

conocía, se sublevó contra él, lo arrojó de Roma y, huyendo de uno en otro<br />

lugar fortificado, como cualquier bandolero, al fin logró esconderse en<br />

francia, que siempre fue la protectora de ellos.<br />

Alejandro III, arrojado de Roma, erró de un lado a otro después de<br />

haber traicionado a la Liga de Pontida, puesto que nunca fue pensamiento<br />

de ningún Papa, la liberación de Italia del extranjero.<br />

Adriano IV, sitiado en Benevento por Rugiero, fue libertado por haber<br />

sostenido y confesado lo contrario de lo que sentía.<br />

Lucio III, echado de Roma, murió en el destierro.<br />

Gregorio IX, fue arrojado de Roma perseguido a pedradas.<br />

celestino IV, murió envenenado.<br />

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