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Descarga Buscando a Dios

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Joaquín Trincado<br />

brazo por la coyuntura y por lo sano sin necesidad del serrucho.<br />

—Ahora es necesario dejarla tranquila, mientras acabo de vendarla,<br />

se dormirá.<br />

—Imposible es que duerma — exclamó Valencia.<br />

— ¿También eres incrédula? — dijo el doctor.<br />

Ciertamente, el juicio del doctor se confirmó.<br />

Durmió, no tanto por el cansancio, sino por la acción del veneno que<br />

se había logrado arrancar.<br />

El doctor dijo a Valencia; id a descansar, niña, que yo velo a vuestra<br />

madre.<br />

A pesar de cuanto le dijeron, Valencia permaneció en la estancia, el<br />

doctor, no encontraba, el pobre, un parangón con qué convencer a aquella<br />

niña; él era hombre de acción ruda, porque la maldad de la iglesia le había<br />

privado hasta del amor de su madre.<br />

El doctor seguía muy atento, en el temor de que un particular veneno<br />

hubiera penetrado en el cuerpo; pero a las dos horas, afirmó, que la paciente<br />

estaba salvada; cuya fausta nueva sacó a Valencia de las más tristes ideas.<br />

cuando pudo acercarse a Valencia para comunicarle esta halagadora<br />

nueva y ante las ideas que se reflejaban en el rostro de la niña, encontró motivos<br />

para hablarle de sus dolores y desgracias que la afligían y más de una<br />

vez, en sus relatos, Valencia, las lágrimas quemaban sus mejillas... y lloraba<br />

el doctor, el desposeído de toda bondad y afectos y condenado a comer el<br />

negro pan del estudio perenne.<br />

— ¡oh! Hay que creer en la virtud, exclamaba — cuando se contemplan<br />

tales ejemplos. Contad conmigo como un amigo fiel que velará por<br />

vosotras.<br />

Al siguiente día, Virgilio orsini fue a visitarlas y le rogó dijera los<br />

motivos por los que el Pontífice las perseguía tan despiadadamente; para lo<br />

cual, él, contó primero los motivos que tenía para abandonar la causa del<br />

Papa; púsola en antecedentes del concilio que se proyectaba reunir para<br />

anular la elección de Borgia y sustituirlo por otro más digno de representar<br />

a cristo en la tierra.<br />

Doña Elvira contó todo lo que ya conocemos; pero entonces recordó<br />

20 Tampoco Savonarola sabía el secreto del cristo: no era hora.<br />

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