ABRIR CAPÍTULO IV. - Universidad Complutense

La cuestión irlandesa en ¡apolítica internacional de Felipe II
Algunos historiadores orientaron sus esfuerzos para escribir la historia de las
diócesis más significativas2. Quien mejor nos ha descrito la situación en Irlanda antes de
la Reforma ha sido Wilde3. Estos aspectos los hemos analizado en parte en el primer
capítulo. Será suficiente ahora tener presente que los cardenales protectores de Irlanda -
Piccolomine y Julio de Médicis- no ejercieron el total monopolio sobre la nómina de los
obispos irlandeses en la época de Enrique VII y Enrique VIII, aunque los monarcas se
sirvieron de ellos para fortalecer su posición como ‘Lord de Irlanda.
Los primeros esfuerzos de la Santa Sede por recuperar Irlanda vinieron de la mano
de los jesuitas Pascasio Broet y Alfonso Salmeron, que fueron nuncios apostólicos en la
isla. Intentaron recuperar la jurisdicción romana, alcanzando algunos efimeros éxitos, La *
población no les recibió con gran entusiasmo. Distinto fue el caso del irlandés David
Wolf, también jesuita y nuncio, que fue acogido con admiración popular, nimbado con la
aureola de su encomiable solicitud por defender la libertad de su nación. Pese a los
desvelos ingleses por contrarrestar la jurisdicción romana, los nuevos obispos no eran por
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lo general bien recibidos. Los depuestos bien seguían actuando a favor de sus diócesis en —
el exilio, bien luchaban secretamente dentro de la isla.
Las misiones del presbítero inglés Nicolás Sander y del franciscano español Mateo
de Oviedo tuvieron más importancia de lo que hasta ahora se ha pensado. Gracias a su —
hábil manejo de amistades e influencias dentro y fuera de Irlanda, pudieron mantener la
esperanza no sólo de los rebeldes, sino de los católicos, convencidos todos para admitir
como única autoridad eclesiástica la del papa. Más adelante, la misión de 1596 del jesuita
Henry Fitzsimon -dublinés- fue recibida con satisfacción y emoción en Dublín. Según los
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