ABRIR CAPÍTULO IV. - Universidad Complutense

La c,~estión irlandesa en la política internacional de Felipe II
Santiago. El obispo irlandés expuso en 1599 a Francisco de Idiáquez que queda
recompensas porque había luchado en la última armada junto a Santa Gadea. La petición
iba avalada por el conde de Alcaraz y el arzobispo de Santiago. Desde 1585 por orden de
Felipe II había ayudado a los azobispos Alonso Velázquez y Juan de San Clemente. La
recompensa que quería era una carta de naturaleza en el reino de Galicia, es decir, adquirir
los derechos de ciudadano español. Si conseguía la carta de naturaleza podía recibir parte
de la renta del arzobispado, es decir, 1.000 ducados de pensión anual vitalicia. La
respuesta de Francisco de Idiáquez fue clara y contundente: “que seprovea”’ 39.
En suma, hemos de convenir con el profesor Wernham que la guerra hispano-
ingladesa fue esencialmente en el mar, era [a lucha por el dominio del mar, no de un
pedazo de tierra en el continente’40. Felipe II hubiera cambiado la situación conquistando
alguna plaza de Irlanda, acaso Galway, pero no lo hizo. No obstante, si consiguió que
Inglaterra gastara una grandísima suma de dinero en las guerras y que la reina se
desestabilizara. Se produjeron muchos problemas entre los mandos, desobediencias,
rebeldías, intereses creados, corrupción. La guerra originó cada vez más frustración. Las
autoridades y el pueblo no pudieron sustraerse a criticar a la reina. Felipe III se inclinó
más hacia Irlanda y abrazó una empresa arriesgada que acabó en fracaso.
5. 3. LA NUNCIATURA DE MANzINI Y EL DUQUE DE LERMA
Después de la batalla de Blackwater, en 1598, O’Neill había llegado a la cumbre de
su poder, sólo las ciudades se mantenían firmes contra él. Creía poder dominarlas si
España ayudaba con tropas y especialmente con artillería. Una expedición comandada por
Juan del Águila con la presencia del primado Mateo de Oviedo, de los obispos Thady
139 AGS. E. 1587. Memoriales. 1600-1604.
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