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llas atribuladas mujeres que en 1781 fueron <strong>de</strong>tenidas acusadas,<br />
¡nada menos!, que <strong>de</strong> alta traición.<br />
Las dos mujeres, viuda la madre, vivían en el camino <strong>de</strong> Santa<br />
María, cerca <strong>de</strong>l molino <strong>de</strong> Rafael Tudurí "Carabruta". Clara Roig se<br />
procuraba el sustento <strong>de</strong> costurera, lavan<strong>de</strong>ra y patrona <strong>de</strong> marinos.<br />
Marianna, la hija, que había trabajado tres años <strong>de</strong> criada en<br />
casa <strong>de</strong> un sargento inglés, en un momento <strong>de</strong>terminado trabó<br />
amistad con Francisca Ortega "la Castellana" e instigada por esta,<br />
entró en ese callejón, casi siempre sin salida que es la prostitución,<br />
abandonando la casa materna y yéndose a vivir sola en casa <strong>de</strong> la<br />
viuda Catalina Amorós en la calle <strong>de</strong> San Alberto.<br />
Como ya contamos en nuestro artículo anterior, Clara y su hija<br />
fueron echas presas junto con otras seis mujeres, como sospechosas<br />
<strong>de</strong> haber entrado una <strong>de</strong> ellas disfrazada <strong>de</strong> hombre en el sitiado<br />
San Felipe con información militar. Al final todo se solucionó<br />
como si fuera una comedia bufa. La realidad resultó mucho menos<br />
dramática y al fin hubo que soltar a las presas, eso sí: con muchas<br />
reticencias, burocracia y retrasos.<br />
Lo que ocurrió realmente fue que dos días antes <strong>de</strong> la salida <strong>de</strong><br />
los ingleses a la Mola, Francisca Ortega "la Castellana", la amiga <strong>de</strong><br />
Marianna, <strong>de</strong> escasos 16 años pero ya bien espabilada, le contó a<br />
otra <strong>de</strong> sus amigas, una tal María Morlá alias Pintxa que había sido<br />
invitada a cenar "a casa <strong>de</strong>l gobernador" (o sea. Al palacio <strong>de</strong> la<br />
actual calle <strong>de</strong> Isabel II por un criado amigo suyo (suponemos que<br />
en las caballerizas, claro) y que para po<strong>de</strong>r ir <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l toque <strong>de</strong><br />
queda se iba a disfrazar <strong>de</strong> hombre, algo que por otra parte tenían<br />
por costumbre hacer las mahonesas durante el Carnaval. Entonces<br />
la Morlá le contó que tenía eso que los ingleses llaman an affair con<br />
un cabo <strong>de</strong> sala <strong>de</strong>l hospital <strong>de</strong>l convento <strong>de</strong> San Francisco por lo<br />
que le propuso a la Ortega que se pasearan <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la iglesia<br />
<strong>de</strong>l brazo, para que pareciera que iba acompañada <strong>de</strong> otro hombre<br />
y así darle celos a su amante.<br />
Por lo visto así lo hicieron y no solo se pasearon <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l<br />
convento para que rabiara el celador, sino que se bajaron hasta sa<br />
costa d´es frares y se pusieron ciegas <strong>de</strong> aguardiente en la taberna<br />
<strong>de</strong> Rafael Bo<strong>net</strong>, luego volvieron a subir para dar una segunda<br />
pasada en vuelo rasante por San Francisco y la Castellana <strong>de</strong>sapareció<br />
por la entonces calle <strong>de</strong> San Jerónimo (hoy Isabel II) camino<br />
<strong>de</strong> su cita con el mucamo <strong>de</strong>l duque <strong>de</strong> Crillon.<br />
En fin que la causa <strong>de</strong> tanto revuelo, no fue sino una calaverada<br />
<strong>de</strong> dos mujeres marchosas <strong>de</strong> la época y <strong>de</strong> la paranoia <strong>de</strong> unos<br />
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