GUERRA DOMESTICA - Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia

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GUERRA DOMESTICA imponderable, conservaron el más preciado llorón de la corona ibera, venciendo en Guaqui, Vilcapugyu, Amiraya, Ayuhuma, Venta y Media, Humachiri, Viluma y otros cien combates, donde a fuerza de valor y sufrimientos tuvieron a raya los esfuerzos de los ejércitos auxiliares del río de La Plata, y los impetuosos, formidables y continuados ataques de los guerrilleros altoperuanos. Sabido es que en noviembre de 1816 ingresó el nuevo general en jefe en la villa de Cotagaita, donde estaba concentrado todo el ejército real del Perú, a órdenes del teniente general don Juan Ramírez y Orozco, acreditado y antiguo jefe, que se había hecho notable en las múltiples campañas en que fue siempre vencedor y al que su majestad Fernando VII había nombrado presidente de la ciudad de Quito. Ramírez entregó el mando a La Serna y se retiró a su destino, con beneplácito de los nuevos militares y disgusto de los jefes del viejo ejército, que amaban entrañablemente al legendario general, que siempre los había conducido a la victoria. Entre los más notables de ese grupo de descontentos descollaban los generales don Pedro Antonio de Olañeta y don Mariano Ricafort, pero como todos, subordinados y obedientes, reconocieron con respeto, al nuevo general en jefe, acatando sus mandatos. El teniente general don José La Serna e Inojosa era un cumplido, pundonoroso e inteligente militar. Educado en los ejércitos que seguían las banderas de Mina, Palafox, Álvarez, Beresfort y Wellington, hizo la guerra del Rosellón y durante la de la independencia de su patria, contra el imperio francés, ganó uno por uno sus grados militares, distinguiéndose siempre por su valor y caballerosidad. La Serna podía merecer el gobierna ole cualquier país, por que a la firmeza de su carácter, unía la generosidad y hombría de bien; era honrado a toda prueba y de ideas liberales, de manera que a su ingreso en el ejército vió con desagracio el modo con que se disponía de la vida y de los bienes de los vencidos; le indignó que jamás se diera cuartel a los patriotas prisioneros y con su sagacidad y proceder ecuánime y humanitario regularizó la guerra dándole un carácter más humano y atrayendo a muchos jefes insurgentes, los que viendo su proceder franco y correcto se retiraron a sus hogares, cansados de tan larga guerra y convencidos de que serían respetados y vivirían en paz. Con un gobierno como el del general La Serna hubiera podido hacerse la felicidad de cualquier país. En 1817 el virrey Pezuela alarmado con los aprestos militares del general don José de San Martín, que situado en Mendoza se disponía a trasmontar los Andes, libertar el reino de Chile y llevar por 10
ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA esa vía la independencia al Perú, ordenó reiteradamente al general La Serna que avanzase con su ejército sobre las provincias de Salta y Tucumán, llamando así la atención del gobierno de Buenos Aires, a fin de obstaculizar los preparativos del general San Martín. En cumplimiento de esta orden La Serna expedicionó por Tarija y Yavi, estudiando el terreno por donde tenía que abrir la campana, conocer la topografía de la frontera y ver si el ejército estaba preparado con lo necesario para verificarla. Conoció desde luego que todo estaba en completo mal estado y que una campaña con los elementos con que contaba sería un fracaso. Así lo hizo presente al virrey, quien se obstinó en que se lleve adelante el avance sobre las provincias de abajo, como se denominaban entonces a las provincias argentinas, y mal de su grado tuvo La Serna que abrir campaña, empezando por ocupar la ciudad de Salta. Pero como esas operaciones de guerra no están comprendidas ni forman absolutamente parte de este relato, dejando esa digresión seguiremos con las causas ocasionantes de la “Guerra doméstica”, objeto del presente estudio. ————————— CAPITULO II. ————————— LOS GENERALES DON PEDRO ANTONIO DE OLAÑETA Y DON JERONIMO VALDEZ. ————————— Voy a presentar a los generales protagonistas de estos acontecimientos, al general del ejército real del alto Perú don Pedro Antonio de Olañeta y al general en jefe del ejército del sud, don Jerónimo Valdez. El absolutismo y exagerado amor a la monarquía del general Olañeta eran proverbiales en el Perú y a causa de su adhesión incondicional a esa monarquía absoluta, había hecho que aquella famosa regencia de La Seo de Urgel, compuesta, en su mayor parte de clérigos fanáticos, establecida durante el cautiverio de Fernando VII en Bayona de Francia, nombrase esa regencia, al general 11
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