GUERRA DOMESTICA - Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia

ARCHIVO Y BIBLIOTECA NACIONALES DE BOLIVIA
Como se comprende, esta célebre proclama es la revolución
encubierta: si Olañeta decía de buena té lo que decía, los del círculo
que lo rodeaba pensaban de muy distinta manera. Se aproximaba el
momento de la redención del Perú y Olañeta era uno de esos
instrumentos que sirven para verificar los grandes acontecimientos
que se iban preparando desde 1809.
Algunos días después el general Olañeta dirigió, en estos
términos, otra proclama al ejército real del Perú:
A LOS SOLDADOS DEL EJERCITO CONSTITUCIONALISTA:
¡Soldados! Sois mis compañeros antiguos y todos juntos hemos
llenado de glorias la nación española: esta cara patria ya ve a
nuestro augusto monarca en el trono de sus mayores, disfruta de su
paternal beneficencia y en breve serán premiados los bravos que en
esta parte de la monarquía, han obrado prodigios de valor en sostén
de sus imprescriptibles derechos. Yo he proclamado su causa y la de
la religión; tampoco he omitido los medios de unión y paz: si sordos
vuestros jefes quieren sostener ese papel titulado “Constitución”,
estad seguros que mis tropas en su fidelidad, han resuelto morir, y
espero que vosotros no manchéis vuestras manos con la sangre de
amigos. Llevemos nuestros esfuerzos a las huestes enemigas y
aquel ellas tiemblen como siempre, viéndonos unidos bajo unas
mismas banderas. ¡Soldados! No temáis a las tropas realistas, cuyo
objeto es el bien de la nación! Vuestros compañeros os aguardan
con los brazos abiertos: estrecháos en ellos, seamos felices. El
templo de la gloria está abierto y el premio os espera para coronar
vuestros heroicos sacrificios. Potosí, febrero 27 de 1824. Pedro
Antonio de Olañeta”.
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Una vez lanzado Olañeta en el camino de la rebelión, resolvió
apoderarse en seguida de la ciudad de La Plata, de la que era
presidente el brigadier don Rafael Maroto, al que Olañeta tenía una
aversión demasiado marcada y cuya separación del gobierno de
Charcas había solicitado repetidas veces del virrey La Serna, quien
desatendió las peticiones del general de vanguardia y antes
promovió, en nombre de S. M. tanto a Maroto como a Olañeta, al
grado de mariscal de campo, por los servicios prestados por ellos en
el ejército, particularmente en la última campaña contra el general
republicano don Andrés Santa Cruz, en la que Olañeta se distinguió
por su pericia y actividad y también por su triunfo de Falsuri contra el
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