GUERRA DOMESTICA - Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia

GUERRA DOMESTICA
En Vilcapugyo y Ayuhuma se mostró ya jefe de importancia, lo
que consolidó con su victoria de Venta y Media donde derrotó al
general argentino don Martín Rodríguez. En Viloma se hizo notar por
su bravura y su persecución a los prisioneros que inmoló sin piedad
en su tránsito a Chuquisaca.
El invadió las provincias argentinas a las órdenes de La Serna, al
que procuraba indisponer con el virrey Pezuela, y él fué quien inspiró
el plan de sorprender a Güemes, llevada con tanto arrojo y bizarría
por el coronel Barbarucho, sorpresa en que fué herido de muerte el
valeroso general Güemes, el gran defensor de la independencia
argentina.
Después de tantas hazañas era muy justo que el general Olañeta
ambicionase el trono de los virreyes del Perú, que según él con un
motín militar, le arrebató La Serna. Ese virreinato o el de Buenos
Aires fueron siempre el sueño de oro de toda su vida, y allí lo
impedía la ambición de su bella esposa, a la que él adoraba, cuyas
sienes quería adornar con la diadema de las virreinas.
Por esto es que la elevación de La Serna lo sublevó por completo
y aprovechando de los desórdenes de España a causa de la guerra
con Napoleón, se hizo paladín del más inepto de los Borbones, al
que los franceses tenían prisionero en Bayona.
Los que rodeaban a Olañeta viendo que el momento era
oportuno, precipitaron la explosión de la catástrofe e hicieron que el
general de la vanguardia del ejército real, apareciese como una
personalidad histórica.
Mucho se tramó entonces, muchas intrigas se cruzaron entre uno
y otro bando y al fin se logró lo que se pretendía: el rompimiento, la
segregación del ejército del alto Perú del virreinato de Lima; el apoyo
de tropa profesional, con jefes en su mayor parte americanos
dirigidos, no por un jefe absolutista y fanático como se creía
entonces, sino por cabezas de pensadores patriotas que veían tras la
figura del general Olañeta, la imagen de la patria por la que todo
sacrificio era pequeño.
El resultado no se dejó esperar demasiado.
Valdez fué a la guerra con 5.000 soldados aguerridos, valientes y
acostumbrados a vencer; cuando regresó al Cuzco, de éstos le
quedaban apenas 2,000 cansados, con el ánimo abatido y sin los
bríos que al empezar la campaña.
Olañeta tenía 4,000 soldados que entraron en campana contra el
ejército del sud, y que hubieran sido destrozados si se presentan al
frente de éste; pero Olañeta adoptando la táctica de los caudillos
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