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Cómo sobrevivir a la SGAE por Arturo Quirantes - En Cieza Digital

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16 <strong>Arturo</strong> <strong>Quirantes</strong> Sierra – <strong>Cómo</strong> <strong>sobrevivir</strong> a <strong>la</strong> <strong>SGAE</strong><br />

2 – ENTENDIENDO (O NO) EL CONCEPTO<br />

DE COPIA PRIVADA<br />

- ¡Ave, cayo Eucaliptus! ¿Ha sido buena <strong>la</strong> cosecha?<br />

- ¡Muy buena, oh, Ojoalvirus! Aquí tienes el oro de los impuestos, de <strong>la</strong>s multas, del<br />

estacionamiento contro<strong>la</strong>do, del peaje, de <strong>la</strong>s vías romanas, y del “plus” <strong>por</strong> tener derecho a<br />

escuchar los pregoneros públicos<br />

(Goscinny y Uderzo, “Asterix en Helvecia”)<br />

<strong>En</strong> principio, no habría mucha diferencia entre pagar al cantante <strong>por</strong> su<br />

disco y pagar al agricultor <strong>por</strong> sus tomates. Por supuesto, el agricultor no<br />

cobra derechos <strong>por</strong> su obra. No tiene derecho a cobrarle a <strong>la</strong> fábrica de<br />

conservas <strong>por</strong> vender tomate triturado; ni a Heinz <strong>por</strong> hacer ketchup con sus<br />

tomates; ni a McDonalds <strong>por</strong> vender productos con salsa ketchup; ni a Andy<br />

Warhol <strong>por</strong> vender cuadros en los que aparece un bote de sopa de tomate.<br />

Pero si <strong>la</strong> ley estableciese tal derecho, no habría más problema que el<br />

meramente contable: se pasa factura a Fruco, a Heinz, a McDonalds y a quien<br />

corresponda. El agricultor pensará que está en su perfecto derecho; a fin de<br />

cuentas, esas empresas se están forrando con su esfuerzo. Quizá piense que<br />

sería más fácil hacer valer sus derechos <strong>por</strong> medio de una Sociedad de<br />

Gestión de los Agricultores Tomateros (SGAT).<br />

Ahora bien, supongamos que <strong>la</strong> SGAT no consigue contro<strong>la</strong>r quién come<br />

tomates o sus derivados, y en su lugar decide cobrar una cantidad a todos los<br />

supermercados, bares, restaurantes, pizzerías y locales donde se sirva<br />

comida, una especie de “tarifa p<strong>la</strong>na” a cambio del derecho a ofrecer productos<br />

con tomate. Esa tarifa acabará pagándo<strong>la</strong> usted cada vez que vaya a comer a<br />

algún sitio, incluyendo su propia cocina. ¿Y si ni siquiera le gusta el tomate?<br />

No im<strong>por</strong>ta, <strong>por</strong>que pagará igual. ¿Y si entro en un bar que no sirve tapa con<br />

<strong>la</strong> cerveza? Pagará igual. ¿Y si me limito a entrar en el bar, echar un vistazo y<br />

salirme sin consumir nada? Pagará igual. ¿Y si me voy a casa y me pongo a<br />

leer un libro de recetas? Pagará igual. Y lo peor es que <strong>la</strong> ley ava<strong>la</strong> y permite<br />

el com<strong>por</strong>tamiento de SGAT, y los tribunales le dan <strong>la</strong> razón en caso de litigio.<br />

¿<strong>Cómo</strong> se le queda el cuerpo?<br />

Pues ese es el problema fundamental con <strong>la</strong>s entidades que gestionan<br />

derechos musicales o audiovisuales. Amparados <strong>por</strong> un ordenamiento legal<br />

que permite el cobro de derechos de autor, se han <strong>la</strong>nzado a cobrar hasta sus<br />

últimas consecuencias. Y esto tiene cabreada a mucha gente. La <strong>SGAE</strong> (y<br />

simi<strong>la</strong>res, no lo olviden) se ha <strong>la</strong>nzado en tromba a cobrar a cualquiera que<br />

crean vulneran los derechos de autor de sus socios. Inspectores de <strong>la</strong> <strong>SGAE</strong><br />

se han introducido, cámara en ristre, en celebraciones de bodas, han cobrado<br />

derechos de autor en obras benéficas. Imponen a los bares una especie de<br />

diezmo legalizado con <strong>la</strong> excusa de que el equipo de música, o el televisor,

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