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García Márquez - Cien años de soledad

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<strong>Cien</strong> <strong>años</strong> <strong>de</strong> <strong>soledad</strong><br />

Gabriel <strong>García</strong> <strong>Márquez</strong><br />

Lo que en realidad causó indignación en el pueblo no fue el resultado <strong>de</strong> las elecciones, sino el<br />

hecho <strong>de</strong> que los soldados no hubieran <strong>de</strong>vuelto las armas. Un grupo <strong>de</strong> mujeres habló con<br />

Aureliano para que consiguiera con su suegro la restitución <strong>de</strong> los cuchillos <strong>de</strong> cocina. Don<br />

Apolinar Moscote le explicó, en estricta reserva, que los soldados se habían llevado las armas<br />

<strong>de</strong>comisadas como prueba <strong>de</strong> que los liberales se estaban preparando para la guerra. Lo alarmó<br />

el cinismo <strong>de</strong> la <strong>de</strong>claración. No hizo ningún comentario, pero cierta noche en que Gerineldo<br />

<strong>Márquez</strong> y Magnífico Visbal hablaban con otros amigos <strong>de</strong>l inci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> los cuchillos, le<br />

preguntaron si era liberal o conservador. Aureliano no vaciló:<br />

-Si hay que ser algo, seria liberal -dijo-, porque los conservadores son unos tramposos.<br />

Al día siguiente, a instancias <strong>de</strong> sus amigos, fue a visitar al doctor Alirio Noguera para que le<br />

tratara un supuesto dolor en el hígado. Ni siquiera sabía cuál era el sentido <strong>de</strong> la patraña. El<br />

doctor Alirio Noguera había llegado a Macondo pocos <strong>años</strong> antes con un botiquín <strong>de</strong> globulitos sin<br />

sabor y una divisa médica que no convenció a nadie: Un Clavo saca otro clavo. En realidad era un<br />

farsante. Detrás <strong>de</strong> su inocente fachada <strong>de</strong> médico sin prestigio se escondía un terrorista que<br />

tapaba con unas cáligas <strong>de</strong> media pierna las cicatrices que <strong>de</strong>jaron en sus tobillos cinco <strong>años</strong> <strong>de</strong><br />

cepo. Capturado en la primera aventura fe<strong>de</strong>ralista, logró escapar a Curazao disfrazado con el<br />

traje que más <strong>de</strong>testaba en este mundo: una sotana. Al cabo <strong>de</strong> un prolongado <strong>de</strong>stierro,<br />

embullado por las exaltadas noticias que llevaban a Curazao los exiliados <strong>de</strong> todo el Caribe, se<br />

embarcó en una goleta <strong>de</strong> contrabandistas y apareció en Riohacha con los frasquitos <strong>de</strong> glóbulos<br />

que no eran más que <strong>de</strong> azúcar refinada, y un diploma <strong>de</strong> la Universidad <strong>de</strong> Leipzig falsificado por<br />

él mismo. Lloró <strong>de</strong> <strong>de</strong>sencanto. El fervor fe<strong>de</strong>ralista, que los exiliados <strong>de</strong>finían como un polvorín a<br />

punto <strong>de</strong> estallar, se había disuelto en una vaga ilusión electoral. Amargado por el fracaso,<br />

ansioso <strong>de</strong> un lugar seguro don<strong>de</strong> esperar la vejez, el falso homeópata se refugió en Macondo. En<br />

el estrecho cuartito atiborrado <strong>de</strong> frascos vacíos que alquiló a un lado <strong>de</strong> la plaza vivió varios <strong>años</strong><br />

<strong>de</strong> los enfermos sin esperanzas que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber probado todo se consolaban con glóbulos<br />

<strong>de</strong> azúcar. Sus instintos <strong>de</strong> agitador permanecieron en reposo mientras don Apolinar Moscote fue<br />

una autoridad <strong>de</strong>corativa. El tiempo se le iba en recordar y en luchar contra el asma. La<br />

proximidad <strong>de</strong> las elecciones fue el hilo que le permitió encontrar <strong>de</strong> nuevo la ma<strong>de</strong>ja <strong>de</strong> la<br />

subversión. Estableció contacto con la gente joven <strong>de</strong>l pueblo, que carecía <strong>de</strong> formación política,<br />

y se empeñó en una sigilosa campaña <strong>de</strong> instigación. Las numerosas papeletas rojas que<br />

aparecieron en la urna, y que fueron atribuidas por don Apolinar Moscote a la novelería propia <strong>de</strong><br />

la juventud, eran parte <strong>de</strong> su plan: obligó a sus discípulos a votar para convencerlos <strong>de</strong> que las<br />

elecciones eran una farsa. «Lo único eficaz -<strong>de</strong>cía- es la violencia.» La mayoría <strong>de</strong> los amigos <strong>de</strong><br />

Aureliano andaban entusiasmados con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> liquidar el or<strong>de</strong>n conservador, pero nadie se<br />

había atrevido a incluirlo en los planes, no sólo por sus vínculos con el corregidor, sino por su<br />

carácter solitario y evasivo. Se sabía, a<strong>de</strong>más, que había votado azul por indicación <strong>de</strong>l suegro.<br />

Así que fue una simple casualidad que revelara sus sentimientos políticos, y fue un puro golpe <strong>de</strong><br />

curiosidad el que lo metió en la ventolera <strong>de</strong> visitar al médico para tratarse un dolor que no tenía.<br />

En el cuchitril oloroso a telaraña alcanforada se encontró con una especie <strong>de</strong> iguana polvorienta<br />

cuyos pulmones silbaban al respirar. Antes <strong>de</strong> hacerle ninguna pregunta el doctor lo llevó a la<br />

ventana y le examinó por <strong>de</strong>ntro el párpado inferior. «No es ahí», dijo Aureliano, según le habían<br />

indicado. Se hundió el hígado con la punta <strong>de</strong> los <strong>de</strong>dos, y agregó: «Es aquí don<strong>de</strong> tengo el dolor<br />

que no me <strong>de</strong>ja dormir.» Entonces el doctor Noguera cerró la ventana con el pretexto <strong>de</strong> que<br />

había mucho sol, y le explicó en términos simples por qué era un <strong>de</strong>ber patriótico asesinar a los<br />

conservadores. Durante varios días llevó Aureliano un frasquito en el bolsillo <strong>de</strong> la camisa. Lo<br />

sacaba cada dos horas, ponía tres globulitos en la palma <strong>de</strong> la mano y se los echaba <strong>de</strong> golpe en<br />

la boca para disolverlos lentamente en la lengua. Don Apolinar Moscote se burló <strong>de</strong> su fe en la<br />

homeopatía, pero quienes estaban en el complot re-conocieron en él a uno más <strong>de</strong> los suyos.<br />

Casi todos los hijos <strong>de</strong> los fundadores estaban implicados, aunque ninguno sabía concretamente<br />

en qué consistía la acción que ellos mismos tramaban. Sin embargo, el día en que el médico le<br />

reveló el secreto a Aureliano, éste le sacó el cuerpo a la conspiración. Aunque entonces estaba<br />

convencido <strong>de</strong> la urgencia <strong>de</strong> liquidar al régimen conservador, el plan lo horrorizó. El doctor<br />

Noguera era un místico <strong>de</strong>l atentado personal. Su sistema se reducía a coordinar una serie <strong>de</strong><br />

acciones individuales que en un golpe maestro <strong>de</strong> alcance nacional liquidara a los funcionarios <strong>de</strong>l<br />

régimen con sus respectivas familias, sobre todo a los niños, para exterminar el conservatismo en<br />

la semilla. Don Apolinar Moscote, su esposa y sus seis hijas, por supuesto, estaban en la lista.<br />

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