27.10.2014 Views

García Márquez - Cien años de soledad

García Márquez - Cien años de soledad

García Márquez - Cien años de soledad

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

<strong>Cien</strong> <strong>años</strong> <strong>de</strong> <strong>soledad</strong><br />

Gabriel <strong>García</strong> <strong>Márquez</strong><br />

El coronel Gerineldo <strong>Márquez</strong> acudió aquella tar<strong>de</strong> a un llamado telegráfico <strong>de</strong>l coronel<br />

Aureliano Buendía. Fue una conversación rutinaria que no había <strong>de</strong> abrir ninguna brecha en la<br />

guerra estancada. Al terminar, el coronel Gerineldo <strong>Márquez</strong> contempló las calles <strong>de</strong>soladas, el<br />

agua cristalizada en los almendros, y se encontró perdido en la <strong>soledad</strong>.<br />

-Aureliano -dijo tristemente en el manipulador-, está lloviendo en Macondo.<br />

Hubo un largo silencio en la línea. De pronto, los aparatos saltaron con los signos <strong>de</strong>spiadados<br />

<strong>de</strong>l coronel Aureliano Buendía.<br />

-No seas pen<strong>de</strong>jo, Gerineldo -dijeron los signos-. Es natural que esté lloviendo en agosto.<br />

Tenían tanto tiempo <strong>de</strong> no verse, que el coronel Gerineldo <strong>Márquez</strong> se <strong>de</strong>sconcertó con la<br />

agresividad <strong>de</strong> aquella reacción. Sin embargo, dos meses <strong>de</strong>spués, cuando el coronel Aureliano<br />

Buendía volvió a Macondo, el <strong>de</strong>sconcierto se transformó en estupor. Hasta Úrsula se sorprendió<br />

<strong>de</strong> cuánto había cambiado. Llegó sin ruido, sin escolta, envuelto en una manta a pesar <strong>de</strong>l calor,<br />

y con tres amantes que instaló en una misma casa, don<strong>de</strong> pasaba la mayor parte <strong>de</strong>l tiempo<br />

tendido en una hamaca. Apenas si leía los <strong>de</strong>spachos telegráficos que informaban <strong>de</strong> operaciones<br />

rutinarias. En cierta ocasión el coronel Gerineldo <strong>Márquez</strong> le pidió instrucciones para la<br />

evacuación <strong>de</strong> una localidad fronteriza que amenazaba con convertirse en un conflicto internacional.<br />

-No me molestes por pequeñeces -le or<strong>de</strong>nó él-. Consúltalo con la Divina Provi<strong>de</strong>ncia.<br />

Era tal vez el momento más critico <strong>de</strong> la guerra. Los terratenientes liberales, que al principio<br />

apoyaban la revolución, habían suscrito alianzas secretas con los terratenientes conservadores<br />

para impedir la revisión <strong>de</strong> los títulos <strong>de</strong> propiedad. Los políticos que capitalizaban la guerra<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el exilio habían repudiado públicamente las <strong>de</strong>terminaciones drásticas <strong>de</strong>l coronel Aureliano<br />

Buendía, pero hasta esa <strong>de</strong>sautorización parecía tenerlo sin cuidado. No había vuelto a leer sus<br />

versos, que ocupaban más <strong>de</strong> cinco tomos, y que permanecían olvidados en el fondo <strong>de</strong>l baúl. De<br />

noche, o a la hora <strong>de</strong> la siesta, llamaba a la hamaca a una <strong>de</strong> sus mujeres y obtenía <strong>de</strong> ella una<br />

satisfacción rudimentaria, y luego dormía con un sueño <strong>de</strong> piedra que no era perturbado por el<br />

más ligero indicio <strong>de</strong> preocupación. Sólo él sabía entonces que su aturdido corazón estaba<br />

con<strong>de</strong>nado para siempre a la incertidumbre. Al principio, embriagado por la gloria <strong>de</strong>l regreso,<br />

por las victorias inverosímiles, se había asomado al abismo <strong>de</strong> la gran<strong>de</strong>za. Se complacía en<br />

mantener a la diestra al duque <strong>de</strong> Marlborough, su gran maestro en las artes <strong>de</strong> la guerra, cuyo<br />

atuendo <strong>de</strong> pieles y uñas <strong>de</strong> tigre suscitaban el respeto <strong>de</strong> los adultos y el asombro <strong>de</strong> los niños.<br />

Fue entonces cuando <strong>de</strong>cidió que ningún ser humano, ni siquiera Úrsula, se le aproximara a<br />

menas <strong>de</strong> tres metros. En el centro <strong>de</strong>l círculo <strong>de</strong> tiza que sus e<strong>de</strong>canes trazaban don<strong>de</strong>quiera<br />

que él llegara, y en el cual sólo él podía entrar, <strong>de</strong>cidía con ór<strong>de</strong>nes breves e inapelables el <strong>de</strong>stino<br />

<strong>de</strong>l mundo. La primera vez que estuvo en Manaure <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l fusilamiento <strong>de</strong>l general<br />

Moncada se apresuró a cumplir la última voluntad <strong>de</strong> su víctima, y la viuda recibió los lentes, la<br />

medalla, el reloj y el anillo, pero no le permitió pasar <strong>de</strong> la puerta.<br />

-No entre, coronel -le dijo-. Usted mandará en su guerra, pero yo mando en mi casa.<br />

El coronel Aureliano Buendía no dio ninguna muestra <strong>de</strong> rencor, pero su espíritu sólo encontró<br />

el sosiego cuando su guardia personal saqueó y redujo a cenizas la casa <strong>de</strong> la viuda. «Cuídate el<br />

corazón, Aureliano -le <strong>de</strong>cía entonces el coronel Gerineldo <strong>Márquez</strong>-. Te estás pudriendo vivo.»<br />

Por esa época convocó una segunda asamblea <strong>de</strong> los principales comandantes rebel<strong>de</strong>s. Encontró<br />

<strong>de</strong> todo: i<strong>de</strong>alistas, ambiciosos, aventureros, resentidos sociales y hasta <strong>de</strong>lincuentes comunes.<br />

Había, inclusive, un antiguo funcionario conservador refugiado en la revuelta para escapar a un<br />

juicio por malversación <strong>de</strong> fondos. Muchos no sabían ni siquiera por qué peleaban. En medio <strong>de</strong><br />

aquella muchedumbre abigarrada, cuyas diferencias <strong>de</strong> criterio estuvieron a punto <strong>de</strong> provocar<br />

una explosión interna, se <strong>de</strong>stacaba una autoridad tenebrosa: el general Teófilo Vargas. Era un<br />

indio puro, montaraz, analfabeto, dotado <strong>de</strong> una malicia taciturna y una vocación mesiánica que<br />

suscitaba en sus hombres un fanatismo <strong>de</strong>mente. El coronel Aureliano Buendía promovió la<br />

reunión con el propósito <strong>de</strong> unificar el mando rebel<strong>de</strong> contra las maniobras <strong>de</strong> los políticos. El<br />

general Teófilo Vargas se a<strong>de</strong>lantó a sus intenciones: en pocas horas <strong>de</strong>sbarató la coalición <strong>de</strong> los<br />

comandantes mejor calificados y se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong>l mando central. «Es una fiera <strong>de</strong> cuidado -les dijo<br />

el coronel Aureliano Buendía a sus oficiales-. Para nosotros, ese hombre es más peligroso que el<br />

ministro <strong>de</strong> la Guerra.» Entonces un capitán muy joven que siempre se había distinguido por su<br />

timi<strong>de</strong>z levantó un índice cauteloso:<br />

-Es muy simple, coronel -propuso-: hay que matarlo.<br />

69

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!