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sociales involucrados comenzaron a hacerse sentir y observar a través de los<br />
embriones de planteos críticos, o simplemente alternativos, con sus<br />
correspondientes contrapropuestas, que fueron cobrando desarrollo en las<br />
décadas posteriores. Este desarrollo siguió dos vertientes: desde algunos<br />
sectores empresarios y profesionales de la construcción, la preocupación por<br />
reducir costos y tiempos del proceso de producción y por mejorar la calidad<br />
material de las viviendas mediante sistemas y procedimientos constructivos<br />
innovadores fue el punto de arranque de una corriente de impulso a los sistemas<br />
de prefabricación y de industrialización, fuertemente alimentada desde los<br />
países europeos, del oeste y del este. Esta corriente adscribía en todos sus<br />
puntos al paradigma de modernidad, tendiendo sólo a perfeccionar sus modos<br />
de materialización, precisamente como un avance y una mayor definición en<br />
esa dirección. Hubo sólo muy contadas excepciones a esta tendencia, que<br />
desarrollaran, por ejemplo, la prefabricación y la industrialización como<br />
herramientas facilitadoras de la participación social. Simultáneamente<br />
empezaron a producirse, en otros sectores profesionales e institucionales,<br />
cuestionamientos a la solución del problema habitacional calcada de los<br />
modelos urbano-modernos de vida, de vivienda y de gestión habitacional, a la<br />
vista de los aspectos propios y característicos de la realidad latinoamericana<br />
que resaltaban sus fuertes diferencias con los de la situación europea. Más<br />
que en el producto y en el proceso de construcción, la atención fue<br />
gradualmente centrándose en la gente en sus reacciones frente a las soluciones<br />
habitacionales provistas por el Estado, en el «descubrimiento» y revalorización<br />
de sus expectativas de vida y de sus prioridades, en el «descubrimiento« de<br />
las potencialidades positivas de sus modos espontáneos de solucionar su<br />
propio problema habitacional, y en la clarificación del fuerte efecto de cada<br />
modelo posible de proceso de solución habitacional sobre los aspectos<br />
cualitativos del proceso troncal de incorporación de los sectores populares a<br />
la trama de la sociedad urbana. Esta fue una de las oportunidades en que<br />
empezó a aplicarse el término y el concepto de autoconstrucción,<br />
identificando en este caso los procesos obligada e involuntariamente<br />
autónomos a través de los cuales la propia gente encara la resolución de<br />
su problema habitacional, con talento y tenacidad, pero sin recursos ni<br />
marco institucional suficiente para llegar a soluciones plenamente<br />
satisfactorias.<br />
En algunas instituciones, incluso en algunos países latinoamericanos, a<br />
través de sus esquemas de política habitacional, y en determinados casos<br />
con la presencia y la acción inductora de países externos a América Latina (p.<br />
ej. Alianza para el Progreso: Burguess, 1992), comenzaron a ensayarse<br />
propuestas de inclusión de los habitantes en las soluciones habitacionales.<br />
Algunas de estas propuestas apuntaron básicamente a la reducción de costos<br />
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