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Caith Danser - El Laberinto De Hermes

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UNA NUEVA VIDA<br />

Allí conocí a mucha gente de mi clase. Gente que, tal como yo, se<br />

descocía de su pasado para encontrar allí otros cursos de vida,<br />

otros objetivos. Personas que luchaban por adaptarse a aquel<br />

cambio, a ese nuevo vivir. Almas perdidas en las que pude reflejarme<br />

yo también para encontrar mi propio camino. Uno de ellos<br />

era Frederic, un chico bastante interesante, cuya personalidad<br />

era en ese entonces una intriga constante. Un joven con cierto<br />

atractivo aunque muy retraído y, si bien no era esta una de sus<br />

más notables características, vale aclarar que la inteligencia no<br />

era una de sus virtudes. <strong>De</strong> todas formas, su compañía era parte<br />

de aquellas suertes que el destino traía consigo. Nos juntábamos<br />

en el patio después de clases y nos poníamos al día con esas insignificantes<br />

novedades que, aunque meramente interesantes,<br />

adornaban nuestras charlas con pequeños trazos de cultura general.<br />

También James solía acompañarnos en nuestras diversas<br />

actividades. Un joven muy inteligente y bastante audaz. Le gustaba<br />

mucho el deporte y nunca dejaban de notarse su prolijidad<br />

y perfeccionismo. James vivía en la parte más nueva de Harainay,<br />

un sector con canchas deportivas y centros recreativos. Allí<br />

solíamos gozar los tres de incansables partidos de tenis. Jugábamos<br />

horas y horas hasta que anochecía y ya no lográbamos ver<br />

nada. Recuerdo que Frederic me prestaba una de sus raquetas<br />

extra ya que yo no tenía ninguna. Compraría una cuando lo creyera<br />

realmente necesario, mientras tanto, él me brindaba la suya.<br />

En algunas ocasiones, si las canchas se encontraban ocupadas,<br />

escapábamos a los centros recreativos para conformarnos al menos<br />

con un tenis de mesa. Claro que aquello no era lo mismo que<br />

correr de punta a punta intentando alcanzar esas pelotas que<br />

atravesaban el aire para escapar de la cancha, pero la finalidad<br />

del juego se cumplía de todas formas. Me encantaba hablar de<br />

chicas, aquellas fuera de mi alcance, compañeras de escuela que<br />

vislumbraba desde mi pupitre imaginando historias fantásticas.<br />

Imaginaba un gran terremoto amenazando a la ciudad y yo entrando<br />

veloz por una de las ventanas de la sala para salvar inesperadamente<br />

el día. Historias de heroísmo y aventura; siempre<br />

en aquellos momentos donde el aburrimiento lograba abrazarme<br />

de manera repentina, aun mientras el profesor repetía una y otra<br />

vez las mismas explicaciones que mi cerebro ya había compren-<br />

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