22.11.2012 Views

Caith Danser - El Laberinto De Hermes

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

EL LABERINTO DE HERMES<br />

míos. Moría de ganas por poder tocarla siquiera, pero ambos sabíamos<br />

que aquello no iba a ocurrir.<br />

Su hermano se acercó nuevamente hacia nosotros, sosteniendo<br />

en sus manos algunos panfletos que aún no había alcanzado a<br />

repartir. Pude notar entonces una personalidad sumamente evasiva<br />

ante mi presencia, tal como lo hacía su hermana. ¿Qué acaso<br />

le dijo que no se acercara a mí? ¿Qué no me hablara? ¿En qué<br />

clase de monstruo me había disfrazado mi nueva enemiga?<br />

Aquel era uno de esos tantos resultados que, junto a nuestras<br />

disputas, nos perseguirían a ambos por un largo tiempo.<br />

<strong>De</strong>cidí finamente alejarme del grupo. Ya no lograba soportar esa<br />

presencia suya tan latente como invisible. Necesitaba respirar,<br />

sentir que aquello era sólo un producto de mi imaginación. Poder<br />

convencerme de que todo era un simple conflicto pasajero y<br />

que lograríamos vencer algún día nuestras diferencias, volver a<br />

estar juntos. Sentir que aquel odio en sus ojos no era más que un<br />

disfraz para ocultar sus verdaderos sentimientos tal como yo lo<br />

hacía con mi tonta indolencia. ¿Cuánto tiempo pasaría hasta dirigirnos<br />

una vez más la palabra? Necesitaba saberlo; la fe ya dejaba<br />

de ser la opción más recomendable.<br />

Regresamos a la delegación nuevamente. Nos sentamos los cuatro<br />

junto a una palmera frente a la puerta, esperando a que Mac<br />

Portteis volviera y anotara nuestras horas de trabajo. Yo continuaba<br />

fingiendo mi tonto desinterés frente a Leslie; ella parecía<br />

hacer exactamente lo mismo. Esquivábamos nuestras respectivas<br />

miradas mientras John nos estudiaba con suma curiosidad.<br />

Aquella era la más incómoda aventura de silencios y combates<br />

donde, sin lanzas ni espadas, nos heríamos el uno al otro de la<br />

forma más ingenua.<br />

Esa noche hablé con Frederic, parecía tener algunas cosas para<br />

contarme.<br />

—¿Qué tal el trabajo de hoy, <strong>Danser</strong>? —nos sentamos en un<br />

viejo banco frente a la pizzería Parci. <strong>El</strong> señor Gilbera acomodaba<br />

las mesas del lugar mientras los clientes terminaban finalmente<br />

de digerir su cena.<br />

374

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!